miércoles, 31 de octubre de 2007

Poética para Estefanía.

Estefanía

Es una chica muy exigente.

Una mañana, de aquellos tiempos

En los que aún

Yo no cuidaba rima ni métrica,

Leyó mis versos

Y me espetó solemnemente:

- ¿Dónde reside

La diferencia

De esto que escribes con algo en prosa?

Yo, humildemente, le respondí:

- En la emoción, el sentimiento,

En otorgar a las palabras

Otra semántica,

Pintando el gris del diccionario

De mil colores,

De libertad… eso es poesía,

Y lo demás

Es accesorio.

Años después,

Cuando mis versos se engalanaron

Con los ropajes de la espinela,

De las octavas o del soneto,

Vino a decirme que para ella

Era poesía

Aquel anhelo de libertad

Que yo le expuse en otros tiempos,

Que no entendía por qué caminos

Me hube olvidado de ser poeta.

Yo le expliqué que mi emoción

Estaba ya

Encadenada por el otoño,

Y que era justo

Que fondo y forma, en mis poemas,

Fuesen coherentes

Como lo fueron en el pasado.

- Pues, la verdad,

No lo comprendo –me dijo, mientras

Siguió leyendo su libro de

Marcial Lafuente, Estefanía.

Evanescencia

Desintegración de la persistencia de la memoria
(Museo Dalí - St. Petersburg, Florida)



Como barca abandonada que se pudre,
Sin bitácora ni rosa de los vientos
A la orilla de una isla, solitaria,

Así,
Se disgrega mi recuerdo en tu memoria.

Enero de 2007

Tristeza de amor

Aún sigo sin creer
En dios o eternidades.
Pero ahora que ya
Intuyo no muy lejos la hora de mi muerte
-Da lo mismo que suceda mañana
Que dentro de cien de años-,
Quisiera pedir que en una parroquia
De un arrabal de Triana.
A muerto por mí, al cumplirse mi sino,
Tañesen las campanas.
Y si alguna mujer de mirada celeste,
Preguntase ¿quién era? en la plaza de Góngora,
Respondiesen los deudos:
No era nadie, tan sólo un mal poeta
Y aún peor amante,
Que de una enorme tristeza de amor
Muy poco a poco se nos fue muriendo.

martes, 30 de octubre de 2007

Lila (VII)

(Rescoldos)

El sol,
--------- ya emboscado en el ocaso,
refulgió esta mañana
como lila estallando.

No acarició su ancha luz mis pupilas
-¡han sido tantos siglos de penumbra!-,
mas su dulce calor entibiando mis párpados,
fue el presagio de una nueva alborada
para antes que los mares, como bíblica plaga,
se atavíen de sangre.

Y una mano crispada,
pero henchida del rumor de un latido,
arañando sedimentos antiguos,
irrumpió como un grito desde el fondo
de la hosca roca madre de todos los desánimos.

Sólo fue el espectro de la esperanza
convocando a su flama mis cenizas,
mas el vivo rescoldo que ha dejado en mis venas
es la tenue simiente de nuevas primaveras.

lunes, 29 de octubre de 2007

Lila (VI)

Lo pienses o no lo pienses,
Aunque escupa en mi esperanza
La lila que heló la nieve,
Yo
--- Sigo aquí

------------------ Esperando…


Agosto de 2006

Autobiografía

Ya no alcanzo a recordar
Mi fecha y lugar de nacimiento;
Ni días de escuela e instituto
Ni el primer beso.
Tampoco me acuerdo de mis muertos
Ni si dejé algún hijo en el mundo;
Ni de auroras ni de ocasos;
-------------------------------------- Nada
Sobrevive en mi hastiada memoria.
Ya tan sólo me acuerdo de ti
Y de la noche de nuestra muerte.

El poder del corazón

Le dijo que no dejase nunca de pedirle cualquier cosa que ella pudiera procurarle. Él le pidió que tratase de acompasar por un instante el cálido galope de su corazón al ritmo de sus latidos. Y, aunque tal cosa no formaba parte de lo que consideraba posible, ella lo intentó con todas sus fuerzas. Y al lograrlo, lloró amargamente. Lloraron. Lloraron tanta muerte. Y las lágrimas airearon los sepulcros, desterrando al fúnebre cortejo, más allá de los confines del fuego.

domingo, 28 de octubre de 2007

Política de vivienda

“Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación.

La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos”.


Artículo 47 de la Constitución Española.


Mientras cien policías como armarios

Cumplían con contundencia las órdenes

De proteger al sufrido operario

Que estaba derribando las chabolas decrépitas

Donde habitaba un grupo de gitanos de mierda,

Estaba la Ministra de Vivienda

En una sesión de peluquería,

A objeto de acudir arregladita

A dar una estudiada conferencia

Sobre “nuestro” sector inmobiliario

Y su sin par pujanza.

Por su parte, el Consejero del ramo

Para la Comunidad de Madrid,

Hastiado en su despacho,

Hacía pajaritas de papel,

En tanto el Presidente del Gobierno,

Con un gran apretón,

Había tenido que interrumpir

Un instante el Consejo de Ministros

Por ir a dar de cuerpo.


(Veintisiete policías heridos

Y un montón de crïaturas durmiendo

A partir de esa noche a la intemperie).


Y yo sin poder dejar de pensar

En que a veces el pueblo necesita

Echarse al hombro la ametralladora

Para conservar su Soberanía;

O eso, o seguir esclavizado.

Pero luego, bastante más calmado,

Termino por conclüir, como siempre,

Que no es buena solución la violencia

Y, cruzado de brazos,

Gozo mi esclavitud de privilegio

Sin volver a acordarme para nada

De esos desgraciados que en esta noche

Dormirán a la luz de las estrellas…


¡Qué final tan poético! ¡Qué puñetera mierda!

Hoy vengo a pedirte perdón

Con estos versos te pido perdón

Por el afecto que yo te profeso,

Por nunca olvidarte, por el exceso

En mis ojos -henchidos de pasión-

- - Cuando te miro, por esta tensión

Que ensombrece mi rostro bajo el peso

De tu ausencia, por mi dolor confeso,

Por tanta tristeza en mi corazón.

- - Perdón también por, estando rendido,

Continuar deambulando, tan perdido,

En redor de tu ruta migratoria,

- - Empañando tus sures y tu vuelo,

Por pintar tantas nubes en tu cielo

Por querer perpetuarme en tu memoria,

- - Y ser la amarga historia,

De un tiempo perdido, de lo imposible,

En pos de tus huellas,

--------------------------------- irreprimible.

Lila (V)

(Tortuosa curvatura)


La lila celeste marca
La distancia que se extiende
Entre corazón y sueños.


Fiel amante del aroma
Que destila la botánica
Nunca dejaré de odiar
Las férreas reglas sin alma
Que impone
----------------- la geometría.

Agosto de 2006

sábado, 27 de octubre de 2007

Lila (IV)

La lila azul vive sola
Deshabitada en el yermo,
Sin ramas que la mantengan
Ni fuego en el corazón.


Pero mi leña mojada
No ha de sostener su vuelo
¡Tierra estéril de mis sueños!


Agosto de 2006

Distancia (III)

Te amo tanto en la distancia,
que vivir es un pecado...
¿No es bastante tanto amor
para al fin ser perdonado?

viernes, 26 de octubre de 2007

Tijeras

¿Y tu web? -di;
¿Qué pasó con tu web?
Era ya una de las pocas cosas
que me permitían sentirme unido
a ti,
entrar y ver aparecer tu nombre
como saludándome cada día;
y ahora ya ni tan siquiera tengo
tu nueva dirección de correo electrónico.
Ya ves,
estar a tu lado cada mañana,
sin atreverme a mirarte a los ojos,
y buscarte a solas luego en la red,
en la tela de araña,
esa absurda tela de araña
que hoy tampoco ya me sostiene.

Distancia (II)

“Cuantas veces yo pensé volver…”


Espalda contra espalda,
con el hielo creciéndose a destajo
hasta las huellas,
desde la memoria;

con palabras sin eco que se pierden
sin poder aferrarse al horizonte,
palabras sin sentido ni concierto
que, queriendo fugarse del ocaso,
se intrincan en el vacuo laberinto
de un negro firmamento sin estrellas:
ciegas sordas silentes ya sin hálito.
Espalda contra espalda,
cual estatuas de sal -en un mundo sin dioses-,
que nunca se expusieron a volver la mirada
hacia fuego y azufre por su miedo al pecado.
Espalda contra espalda: la más inexpugnable
De todas las distancias.

"Sexoñaciones"

Anoche soñé contigo,
jamás quisiera olvidarlo.
Con la luna por testigo,
sobre lecho de alabastro,

penetraron mis sentidos
tus gemidos como cántico,
tus espasmos encendidos,
tu agreste orgasmo en mis labios.

Fui después ángel de fuego,
sable en llamas, cabalgando,
sobre tu vientre, tus senos,

entre tus piernas, tus manos...
y, tras la ceniza, el cielo
de dormir en tu regazo.

Lila (III)

(Las dudas del jardinero)

Después de tanto desierto
ayer germinó la flor
en una grieta en el hielo.

Desde ayer sólo deseo
procurarle la atención
que la destierre de invierno.

Y regarla con esmero
sin que habite en el jarrón
de mis aposentos yermos.

Mas, hastiado, desespero
al pensar que su color
pueda marchitar mi aliento.

Y quebrando mis anhelos
me repliego en el dolor
de no ser su jardinero.

Agosto de 2006

jueves, 25 de octubre de 2007

Lila (II)

Ya sé que son de ceniza
Los pétalos de la flor
Que me obstino en alcanzar
Sobre el purpúreo magnolio.

Mas dejad que la imagine
Deshojarse en mis vestigios
Reconquistando el color
Antes que la arrastre el viento.

Sé también sin más opción
Que la tibia primavera
Ya no será de este mundo
Transido de intrascendencia.

Mas dejad que en el invierno
Entretanto llega el hielo
Siga soñando el calor
De la aurora en su lucero.

Ya sé que la lila azul
No habitará mi jardín
Poblado de crisantemos.

Más dejad que en su celeste
Alimente la esperanza
Del corazón macilento.

¡Dejadme, dejadme, sí!
¡No sofoquéis mi delirio!
Dejadme…
¡Soñar despierto!

Agosto de 2006

Lila (I)

Llegará de nuevo la mañana
Como el presagio
Fatal, de otro día perdido de antemano
Y un sol negro
Calcinando en el azul.
------------------------------ Abominable estandarte
De un sinvenir hecho jirones
Y de sangre mordiendo las arterias
De una patria
Que se yace inalcanzable
Tras los confines del hiriente asfalto
Donde, con sus pétalos invertidos
Florece, entre lotos sin raíz y sin esencia
La amarga lila celeste.

Agosto de 2006

Desventura

¿Qué es la ventura en la existencia? Un nombre,
¿Qué es la vida? Un sollozo. ¿Qué es el hombre?
Un átomo de noche que padece...

Amado Nervo


La luna alfanje menguante
se cierne como guadaña
sobre mi gemido errante.

Crece a la par la cizaña,
despojando al triste huerto
de su cosecha con saña,

y entre las sombras, incierto,
mi loco sueño anhelante
se va helando como un muerto.

miércoles, 24 de octubre de 2007

El frío

“Reloj no marques las horas…”



Hacía más de seis años que no sabía nada de él; se marchó sin más, inesperadamente, esfumándose con la suavidad silenciosa con que lo hace una gota de rocío. Rebuscando entre los estantes de aquella vieja librería lo recordó sin saber porqué; en realidad lo recordaba muy a menudo, mucho más a menudo de lo que hubiese deseado. Y entonces vio su fotografía en la portada de un libro. Estaba mucho más viejo, parecía como si le hubiesen caído de golpe treinta años encima. Era un libro de poemas: “Tiempo perdido”. Instintivamente miró su reloj, y vio que continuaba parado.

Lobectomía

Esta ausencia que, a mazazos,
Va trepanando mis sienes
Cada noche que no vienes
A cobijarme en tus brazos,
Está estrechado sus lazos
En redor de mi ilusión.
Y me ahoga en la razón
Dejando un mar de amargura
En lugar de la locura
Que endulzó mi corazón.

Quiromancia



Con la mirada encendida
Leyó Violeta mi mano
Y me dijo que mi vida
Duraría muchos años;
Que de súbito me iría
Sin del lecho ser esclavo
Y sin sufrir la agonía
Del que se muere despacio.
Dulce mentira, Violeta,
La que salió de tus labios,
Que sabían que de amor,
De este mi amor despechado,
Hasta el final de mis días
Viviría agonizando.

martes, 23 de octubre de 2007

Nocturno

Sobre las sábanas, yermo,

Yerta y sin vuelo mi alma,

Voy desangrándome en versos

Dictados por la añoranza.


Agoniza el firmamento,

Sin estrellas y sin alba,

Y en el frío de mi lecho

Negro espectro me amenaza,


Volviendo el poema tumba,

Con la palabra amargura

Grabada a hielo en el mármol,


Y devorando el gemido

De mis sueños sin sentido,

De destiempo masacrados.

Los tres lobitos

Éranse tres lobitos que, al carecer de medios y fortuna, construyeron sus chabolas junto a un vertedero. Y allí -por el solo hecho de tener un techo bajo el que poder cobijarse con sus lobas y lobeznos- durante un tiempo vivieron creyéndose felices. Hasta que un mal día llegó un cerdo feroz subido en un bulldozer con el que arrasó sus precarias moradas, para construir después, en su lugar, un sin fin de zahúrdas de lujo.

lunes, 22 de octubre de 2007

Rosa de otoño

I


Llora junto a mí la ausencia,

Aun siendo el llanto mentira,

Que sin tu ternura expira,

Condenada en su inocencia,

Mi alma en pena de indigencia.

Dime que sin mí te mueres,

Que en lo imposible me quieres,

Y que darías la vida

Por aliviarme la herida

Que con tu marcha me hicieres.


II


No dejes pasar las horas

Que mi tiempo se marchita

Como rosa que se agita

Ante otoñales auroras

De heladas devastadoras.

Dame el calor de tu abrazo,

Deja de un lado el rechazo

Que me arrebata el aliento,

Y da calma a mi lamento

Un instante en tu regazo.

La víspera

Ya por fin es la víspera,
Ayer me abandonó por mis heridas
La última de las gotas de mi sangre
Y hoy al fin es la víspera.

¡Me está costando tanto prepararme!
¡Es tan penoso celebrar la ausencia!

Mañana, bien temprano, llenaré
La copa de lo estéril con mis lágrimas
Y en la amarga soledad y en silencio
Brindaré sobre mi tumba por ella.

A la memoria de Alejandra

(donde quiera que ya no esté)

“…no puedo más de no poder más…”
Alejandra Pizarnik


¿Por qué te empeñas en morirnos?
¿Por qué en hacer añicos como esquirlas los recuerdos?
¿Qué he de hacer para evitar esta impecable masacre?
¿No es posible ya recomponer el horizonte inalcanzable?
¿Por qué no caminar, dime, descalzos sobre las aguas?
¿Por qué, si es preciso, no hundirse hasta el fondo, si ya, sin aire?
¿Por qué cercenar de raíz la palabra azul y el abrazo de nieve?
¿Qué he de hacer, dime, qué es lo que yo debo hacer?
¿Es qué no me ves, ya, tan cansada y sin más arbitrio que el de una heroína mediocre?
¿Es qué no has pensado que jamás nos pertenecerá lo pretérito?
¿Qué es el único legado insustancial para un oscuro no mañana?
¿No te das cuenta de que el miedo y la inocencia están siendo mis verdugos?
¿Y tú, qué es lo que sientes tú, desde tu isla de agua?
¿Qué es de tu miedo,
Tus angustias,
Ilusiones,
Qué de tus desesperanzas,
Qué significado tiene para ti ya la vida en la distancia?
¿Es qué crees que puedo yo saberlo no conociendo más que de páramos y de crepúsculo?
¿No ves que en el helado vacío es imposible descifrar un gesto?
¿Es qué no te das cuenta
Del esfuerzo inútil que me cuesta tratar de interpretar lo interpretable?
¿Cuánto más habré de caminar de puntillas sobre la incandescente angustia?
¿O es qué nunca podré yo también destripar impasible los ocasos?
¿Aguardar a la noche sin rebelarme ante su hurto de azules y encarnados?
¿No ves, como yo, las agujas descomponiéndose implacables?
¿Es posible que ya no quede ni un hálito de sangre para alimento del minutero?
¿Es posible que yo, dime, es posible, que aún continúe preguntándomelo?
¿Es qué tengo derecho a perpetrarte tanta incertidumbre pagana?
¿Y yo; como crees tú que yo me siento?
¿Es qué puedes pensar que yo misma puedo apenas saberlo?
¿Es qué tú no sabes ya bien lo que es aferrarse a la amargura del último aliento?
¿Por qué no me tiendes un puente que no traspase tus puertas?
¿Es tan dura la labor del ingeniero?
¿Es qué no sabes que ya sólo tú puedes ser el portador de la espiga o de la daga?
¿No ves que estos pilares no resisten por más tiempo la carcoma?
¿No ves como se apaga la única llama que iluminaba las estrellas?
¿O al espectro de sus cenizas aventándose de humo?
¿Es qué no has visto ya tantas veces pasar mi ataúd frente al cerezo maduro?
¿Es qué no me ves a las puertas de un delirio que conduce hacia el abismo?
¿Es qué tú no ves,
Dime,
Es qué ya no ves
Que yo
No puedo más de no poder más?


Uno de julio de 2006

domingo, 21 de octubre de 2007

Para Eulalia

Extraño título para un poema

Sin nada que ofrecer;

Para unos versos que, dolidos,

Se ahogan de impotencia;

Para un grito de auxilio, como súplica,

Que reclama emerger de la tristeza

Aferrado a sus manos…

Para Eulalia, sí, para Eulalia,

Con la ausencia como bandera,

Sin rumbo ni equipaje,

Con las manos vacías,

Sin nada,

---------------- sin nada,

--------------------------------- sin nada.

sábado, 20 de octubre de 2007

A Malena

Gracias cuando en la tristeza
pones tu mano en mi hombro,
me acaricias de poesía,
me das palabras de apoyo...

porque a pesar de estar lejos,
no es la distancia un cerrojo
y te siento a flor de piel
componiendo mis despojos.

La risa y el llanto

Hay veces que, entre las sombras,
Me oculto a escuchar tu risa,
Tenue luz que, en la tristeza,
Es mi única alegría.

La vida es un mal sueño

Te sueño y, al despertar,
Cuando no estás a mi lado,
Quisiera no haber dormido
O nunca haber despertado.

Consumida la esperanza...

Echad mi ceniza al mar
Si un día de éstos yo muero,
Por si prendido a las olas
Puedo acariciar su cuerpo.

viernes, 19 de octubre de 2007

Cuento sin hadas

Erase una vez un príncipe que, de tanto buscar sin fortuna a su princesa por territorios imaginarios, de tanto tragarse sus besos como cristales, terminó por transformarse en sapo.

Polvo

Llegado a este punto apenas me importa
Esa capa formada de piel muerta
Que, invencible, va cubriendo los muebles,
Dando fe del destino inexorable
Que se anuncia con el llanto primero;
Ni me interesan las telas de araña,
Las manchas de aceite de mi camisa
O la mugre que mancilla el lavabo.
Ya tan sólo me importan las alondras,
El sol, las nubes, las olas, el cielo,
Asirme con fuerza al ala del viento…

Mas sigo empeñado en limpiar el polvo.

martes, 16 de octubre de 2007

Larga espera

"...La vida es corta
y aunque las horas son tan largas..."
Jorge Luis Borges

Van pasando las horas lentamente,
muy lentamente, en tanto que la vida
se esfuma como el humo carcomida
por la raíz de la ausencia esta en mi mente.

Monstruo voraz del tiempo ¡oh! ya detente
no claves tus agujas en la herida
que me va devorando sin medida
al son de mi anhelos de demente.

No dejes que mi sangre pasajera
fenezca consumida por la espera
del latir que provoca mi añoranza,

y permite que beba de sus venas
el bálsamo que rompa las cadenas
que me enclaustran en la desesperanza.

jueves, 11 de octubre de 2007

Me marcho por unos días

Sí, me marcho unos días en busca de la magia y la ilusión perdida. Sé que en el lugar al que voy no se encuentran tales cosas, tal vez otra ilusión, tal vez otra magia, pero no las mías. Pero igual logro encontrar alguna pista que, al volver, me permita encontrar el camino a aquello que he perdido o, al menos, enterrarlo para siempre en mi memoria. No sé si allí tendré tiempo y medios para dejaros algún texto durante estos días, pero para lo que casi seguro no tendré lugar será para visitaros. Os echaré de menos estos días. Eso es algo en lo que hace tiempo me he doctorado, en echar de menos a personas a las que quiero. Pero, en vuestro caso, estoy seguro de que volveremos a encontrarnos. Un fuerte abrazo.

No me traigas flores

¿Qué te habré de decir
Si algún día decides visitar mis despojos?,
¿Bienvenida a mi abismo de tristezas?,
¿Ponte tan cómoda como apetezcas
Sobre el polvo sin vida
Del frío mausoleo de mi alma?
¿O habré de cerrarte todas las puertas
A tanta y tanta muerte?
No, no me traigas flores
Ni una brizna de tu misericordia;
Ven sólo tú con los brazos abiertos
O terminarás también en las aguas
De este amargo Leteo.

La gruta

Suena en la gruta un canto
De abismales sirenas sedientas de ilusiones.
Un penetrante aroma de flores como llamas
Sube inundando el alba
Y se transforma en garra que gélida balsama.
Los hombres se despeñan,
Con alas como anclas y sogas por el cuello,
Para ascender después, fulgentes y ligeros,
Con sus manos vertiendo,
Mansa y lánguidamente,
Briznas de estalactita bañadas de celeste.
Se inunda mi mirada
De un sublime espectáculo de ficción engañosa
Y se vuelve ceniza el clamor en mi pecho.
Pero el punto de apoyo no existe en el vacío
Y las ansias de vuelo se derrumban a plomo
Cual castillo de naipes sin comodín ni marca.
¡Hagan juego, señores, la casa siempre gana!
Aspiren la cadencia
Que abre el mágico rito del miserable vértigo.
Pero… qué más nos queda que la absurda Odisea
De la vida y la muerte.

Otoño

Llega el otoño vestido con ocres
Y una lluvia azul calando mis huesos
Con finísimos haces como espadas.
Se hace la tarde gris, y la mañana
Como niños enfermos se ensombrece.
Veo como pasa la alondra, su nido
Vacío, el árbol desnudo alzando
Sus brazos a los cielos como garras,
Suplicando ser eterno; al viento
Sin mascara al son danzar de las hojas.
Se humedecen las calles de un rocío
Como mares terribles y voraces,
Y la bruma en la mañana devora
A la ciudad fantasma. El silencio
Se vuelve pesada losa de mármol
Con cada ocaso, y el sol se desangra
Más tristemente. Vestido el otoño
Llega en ocres, como cerrados párpados.

Gran premio

En esta ocasión todo había sido cuidado para alcanzar los objetivos previstos. El equipo de mecánicos había hecho un excelente trabajo durante la semana anterior y la puesta a punto del vehículo era casi inmejorable, se acababa de colocar un nuevo juego de neumáticos mixtos para seco y mojado dada la meteorología cambiante, la cantidad de carburante era la justa para llegar hasta el final sin apreturas. Mi única preocupación era que, por cualquier motivo, tuviese que intervenir el coche de seguridad. Todo marchaba según lo previsto, pero ya en las últimas curvas me encontré con tráfico imprevisto. El atasco habitual de la A-49 a la altura del cruce de Castilleja de la Cuesta se había producido unos kilómetros antes. No hubo podio, champán ni celebraciones, sólo una tremenda reprimenda por llegar casi una hora tarde al trabajo.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Piélago

Ya no tengo corazón,
se lo ha tragado el destiempo.

(Mi destino es una isla
sin velámenes al viento).

Espejo opaco

¿Sabes?,
                últimamente
No tengo buen aspecto;
Será que me horroriza
Mirarme en los espejos
Y ver sobre el azogue
Las fauces del vacío;
O puede que, también,
Vislumbrar a mi espalda
La imagen de un fantasma
Que al darme yo la vuelta
Burlón se desvanece;
Y se me pasa el tiempo
Sin pintarme los labios
Del alma ni afeitarme.
Y así,
           últimamente
No tengo buen aspecto
Será que me horroriza
Perderme en los espejos.

A un alto precio

Me amarraré las manos a la lengua
Y en mi pecho enterraré trece lunas,
Arrancaré mis piernas a gemidos
Y beberé los mares con mi oído.

Derramaré mis ojos sin esencia
Y arrojaré su sed entre las dunas,
Desgarraré mi piel de helado viento
Y cubriré su aroma de excrementos.

Escupiré mi entraña en los umbrales
Y meteré en mi sexo pedernales
Mientras voy desollándome los párpados.

Vomitaré el corazón sobre el cieno
Y cortaré en mil pedazos mi cuerpo
Cual frío alimento para gusanos.

(Y después, seré libre)

martes, 9 de octubre de 2007

El negociado

Recibimos la notificación; pesaba sobre mí un expediente con el que se pretendía dictar una orden de alejamiento sobre mi persona con relación a Julia. No me costó mucho esfuerzo tranquilizarla; sin duda se trataba de un desafortunado error administrativo que, en el peor de los casos, sólo nos haría perder algunas horas en el negociado correspondiente.


No sin ciertas dificultades para convencer al jefe de personal de la editorial para la que mal pagado trabajo, conseguí tomarme libre el día siguiente, y bien temprano, tras despedirme de Julia con un beso que a cualquiera que hubiese podido contemplarlo se le habría podido antojar como el último de nuestras vidas, me dirigí a tratar de corregir el malentendido, confiado en que todo se solucionaría sin demasiadas dificultades.


Sin embargo, nada más llegar me comunicaron que el encargado de esos asuntos hacía tres días que no acudía a su trabajo y que nada se sabía de él desde entonces, que era como si se lo hubiese tragado la tierra. Me rogaron que esperase unos minutos hasta que la persona a la que oficiosamente se le había encargado sustituirlo en sus funciones, tuviese un hueco en sus quehaceres habituales y pudiese atenderme. Tras más de dos horas de desesperante espera, apareció un funcionario menudo y con apariencia de ser muy activo, o no sabría decir bien si extremadamente nervioso, que, con una permanente y gran sonrisa y una amabilidad encomiable, me condujo hasta el despacho en el que debía encontrarse archivado el expediente en cuestión. Una vez allí -fue el único instante en el que me pareció ver atravesarle el rostro una sombra de algo que interpreté como tristeza o tal vez miedo- me pidió en actitud suplicante y con cierta ansiedad que tuviese la amabilidad de esperar fuera. Tras la puerta comenzó a escucharse el estrepitoso cuchicheo de la frenética actividad de remoción que aquel funcionario estaba desarrollando entre los innumerables archivadores y legajos que se apilaban sin ningún orden sobre las mesas y en los estantes de aquel cuartucho sin ninguna luz del exterior, y con aquella desvencijada puerta -en la que ya me comenzaba a sentir más que nervioso- como único acceso.


Tras una media hora que se me hizo eterna, asomó su eterna sonrisa como queriendo pedir disculpas desde detrás de la puerta, diciendo suavemente: “Pues no sé donde puede haber caído ese dichoso expediente, pero estar tiene que estar”; y acto seguido volvió a desparecer en el interior. Después de un tiempo, que sería incapaz de determinar, me percaté de súbito de que, ya hacía unos minutos, había cesado el murmullo de aquel continuo e infructuoso remover archivadores y legajos sin norte alguno, y, ya impaciente y ostensible molesto, irrumpí en el interior del despacho. Por unos instantes quedé completamente perplejo y paralizado, era como si me hubiesen acabado de cortar limpiamente la cabeza dejándola en pie sobre mi cuello. Aquel cuartucho inmundo estaba completamente vacío, sin el menor rastro de mobiliario, expedientes, ni de aquel funcionario que me había estado atendiendo; era como si todo ello hubiese sido tragado por la tierra. Mi reacción siguiente fue darme enérgicamente la vuelta con un enfado de mil demonios y con la intención de dirigirme al máximo responsable del negociado para presentarle de forma abrupta mis quejas. Desde entonces me encuentro vagando por un lugar desconocido en el que reina un absoluto silencio y sólo se vislumbran penumbras. A veces siento como si alguien o algo pasase arrastrándose penósamente junto a mi, pero no consigo olerlo, verlo, tocarlo ni escucharlo. Pienso en Julia con tristeza; sé que nunca más podré volver a verla.

Como perros

A veces, cuando releo mis versos, no alcanzo a comprender que haya sido yo quien los ha escrito. Reniego de ellos, los repudio, los odio como a ninguna otra cosa en el mundo, a muerte, los aplastaría de un golpe dejando sus vísceras esparcidas sobre la piel del Universo y a sus lamentos hundidos bajo el estruendo del mayor de los silencios... ¡ME ESPANTA TANTO HABER PODIDO LLEGAR A CONCEBIRLOS! Y, entonces, cuando con la mirada huérfana se aferran a mis ojos, y con los brazos y el alma desnudos se enlazan a mis piernas como perros desvalidos con la entraña de hiedra, los acojo bajo el calor de mis lágrimas, tan frías como témpano de lila. Y una enorme pesadumbre me envuelve y me va deglutiendo, hasta que formo por completo parte de su gemir pavoroso.

Las mil y algunas noches

Aquella noche, cuando se dispuso a relatarle un nuevo cuento, pensó que, quizá por una vez, debería contarle las verdades. Y se quedó sin palabras.

Celda de aislamiento

Buscando un asidero contra el vértigo

Como pez me zambullí en mis adentros;

Y al llegar hasta el centro del vacío

Me encontré con los ojos del espanto.

Unos ojos, como fauces sin alma, que me miran

Fijos,

Ciegos,

Voraces,

Fundidos a lo inmóvil y al silencio,

Seguros

De, al fin, lograr su victoria.

Buscando un asidero contra el vértigo

Me atraparon los ojos del espanto,

Y ya, con su mirada por el cuello,

No alcanzo a vislumbrar efugio alguno.

El reflejo más fiel

No sé si recuerdas cuando te dije
que me había encontrado por la calle
con otra exactamente igual a ti.
Yo, al menos, ya lo tenía olvidado.
Pero esta misma tarde
la he vuelto a ver al volver una esquina.
Era una completa desconocida,
pero también a ella
poder hubiese querido abrazarla.

El vuelo del buitre

Y ahora a la jaula le crecieron garras.
Garras como bruma,
bruma como lenguas,
lenguas como jaula.

lunes, 8 de octubre de 2007

Sepultureros

Con la ausencia en las manos
regreso a los lugares
que antaño frecuentamos.
Y las miradas blanden,
como acerados dardos,
verdades que me abaten,
cubriéndome de infierno:
- ¡No es nadie! ¡Está muerto!

Pies de barro

De nuevo el lunes
Me obligará a enfrentarme con la huida,
No sé si valiente o cobarde,
De lo que más anhelo.
Y el corazón querrá seguir luchando
Por desbrozar la perniciosa hiedra
Que asfixia sus latidos,
Mientras mis pies de barro
Se hundirán bajo el peso de la ausencia;
Tira y afloja derrumbando
Estos baluartes sitiados del alma
Que mueren en silencio.
Soy la ruina de un sueño
Que perdió su batalla con el tiempo
Antes del último grano de arena.

Mensaje dejado en la servilleta de un bar

Quisiera compartir toda mi vida
Contigo.
----------- Ya, ya se que no es posible,
Que nunca esa punzada irresistible
Del amor tocó tu pecho.

----------------------------------- Querida,
Compañera del alma, ya perdida
Tal vez por un eterno, que intangible
Sigues conmigo:
------------------------ No sabes lo horrible
Que resulta esta ausencia, funesta herida
Que me desangra.
-------------------------- Si al menos un día
Me anegase tu afecto, no sería
Este espectro mortal con el que lucho
Tan despiadado.
----------------------- Mas esa armadura
Contra mi tristeza
-------------------------- es la más dura
frontera.

------------ Buen día.
--------------------------- Te quiero mucho.

Centinela

Yo sigo aquí
Sin espacio;
Sobre un lecho de otoño
Que entre las horas muertas
Va ocultando el camino;
Crepúsculo y mortaja
Con un ocre en los párpados
Que devora el celeste;
Con las pútridas huellas,
Como férrea raigambre,
Abismado en la nada;
Centinela a la espera
De la voz de un fantasma.

domingo, 7 de octubre de 2007

Falsas esperanzas



A veces escucho tu canto,
y no me parece el de una Quimera,
sirena insomne.

A Jorge Buendía, “matador”.

Leo con estupefacción su carta abierta de hoy mismo en el diario Odiel Información, dirigida a Paco Huelva, en la que presume de haber sido educado en el respeto, para, acto seguido, dedicarse a arremeter, minusvalorando, contra todos aquéllos que no piensan e incluso no visten como usted, a los que, de camino, califica de violentos. Queda claro que no aprovechó esas enseñanzas que dice le impartieron.


Después habla de problemas más importantes que la tortura y la muerte de un animal indefenso, para tratar de desviar la atención y de amordazar a los que no compartimos su afición macabra, en un acto que sólo podría ser calificado como de cobarde censura, de miedo a confrontar ideas. Y nos habla de violencias y, entre ellas, la doméstica. Y de su amor al toro. Sí, amor al toro, como la de esos maltratadotes que, tras años de tortura, terminan asesinando a su pareja “por amor” en el contexto de esa violencia doméstica que parece preocuparle tanto.


También echa mano de las “autoridades” para apoyar sus tesis. Yo sólo mencionaré a una, el gran Blas de Otero que dijo: “es como si España entera fuese una horrorosa plaza de toros”: pero éste, como hoy sería de los que ni vestirían ni pensarían como usted, no merecería su respeto.


Señor Buendía, matador –¡qué título tan escalofriante!-: yo también fui educado para el respeto, no por un clan de señoritos, sino por obreros, y lo primero que aprendí fue a respetar la vida, y que las tradiciones, cuando tienen poco de cultura y mucho de barbarie, sólo están para ser superadas, que, si no, todavía se estaría en las altiplanicies de Méjico sacando el corazón del pecho a los niños sobre los altares. Y dirá usted que es diferente, que en este caso sólo se trata de un animal… es una lástima que acerca de esto no nos pueda dar su opinión el toro. Nos ha dicho Manuel Vicent que “si el toreo es cultura, el canibalismo es gastronomía", señor Buendía.


Habla usted de las “oportunidades” que se otorgan al toro en la lidia de luchar por su vida y de la posibilidad que tiene de ser indultado… no trate usted de hacer de la excepción la regla para tratar de ocultar lo que no es más que un acto de barbarie en el que se tortura de manera infame hasta su muerte a un animal indefenso, en un espectáculo colmado de violencia y sadismo impropio de un ser humano. Por que la violencia, señor Buendía, para ser erradicada, no puede ser dividida a gusto de los intereses de cada cual, de modo que en unos casos sea considerada como un acto criminal horrible y en otros como arte y cultura. Porque de este modo nunca acabaremos con la violencia. ¡Va por usted, “matador”!

Pánico

Alguien me ha dicho, madre,

Que sin sentido yacen, a la luz de la luna

Y la piel de madera, en silencio los muertos.

Mas que a veces despiertan,

Cuando aprietan las sombras en las noches de invierno,

Al dolor del recuerdo.

Y son almas en pena que atraviesa el tormento.


¿Qué sentirán los muertos bajo el ciprés sombrío?

¿Escucharán, gimiendo, el periplo del río,

Que, sin luna en invierno, ruge helado y sombrío?

¿O, sin mar por destino, como absurda Quimera

Con su oído rendido, despreciarán sus olas?


Dime que piensas, madre;

Tras la cerrada verja de umbroso cementerio

¿Qué soñarán los muertos?

¿Con fugarse una noche de su cárcel eterna,

Con sus uñas y dientes escarbando la tierra

Por tratar de encontrarse con los brazos amantes

Que anhelaron en vida?

¿O en poder olvidar, del desamor las penas,

Y rendirse al descanso de su morada yerma?

¿Se atisbará una lágrima por los besos perdidos

En las cuencas vacías del mirar de los muertos?

¿Descansarán al fin de esta cárcel los muertos?

¿Se sentirán tan solos como ahora me siento?

Todo lo dejaría

Si un día me llamases,

Por volver apresurado a tu lado

Todo lo dejaría.

Horas muertas y rutas migratorias,

Toda esta nada que te pertenece

Y el nido azul que a su bruma me enclaustra,

Por volver apresurado a tu boca,

Aunque por siempre me siguiese esquiva,

Dejaría de lado.

Dejaría los amores marchitos,

La flor y la simiente, el techo que me arropa

Y hasta la sangre que corre en mis venas

Como arroyadas muertas.

Dejaría también esta tristeza

Y el sabor a mordazas que me embarga,

Mi entraña devorando.

Y si hubiese de abrir mi propia tumba

Por que tú me lo pidieses,

Todo lo dejaría,

Y con uñas y dientes

Cavaría en la tierra

La paz para tu vida.

Ya ves, ya no me queda

Nada que tenga algún valor apenas,

Mas todo lo dejaría de lado

Por volver a morir junto a tu boca.

Desesperadamente

Desesperadamente cual mendigo,

Desesperadamente agonizando,

Desesperadamente estar contigo

Desesperadamente suplicando.


Desesperadamente te maldigo

Desesperadamente sollozando,

Desesperadamente me desdigo

Desesperadamente recordado


La luz de los momentos de un pasado,

Que yace entre las sombras sepultado,

Mis noches desvelando tristemente.


Desesperadamente clamo al cielo

Que me otorgue el milagro de otro vuelo

A tu aurora. Desesperadamente.

sábado, 6 de octubre de 2007

¡BASTA!

¡BASTA, POR DIOS, YA BASTA! ¿Qué pecado

Merece este castigo, tanta pena,

Amarrado vivir a esta cadena

De tiempo perdido, de albor vedado?


¡DIOS, YA BASTA! Prestadme un sueño alado

Con que emigrar de esta triste condena

Por crimen que jamás fue perpetrado;

O una lanza que horade la gangrena


Que me devora. ¡BASTA, BASTA, BASTA!,

Levantad esta losa que me aplasta,

Sacadme de la boca tanta tierra,


O acallad el clamor de mis gemidos

Y el dolor de mis huesos consumidos.

Dadme la paz que me muero de guerra.

La encrucijada

Siempre quiso pensar que estaban hechos

El uno para el otro. Sólo obsesos

Anhelos que los dejaron desechos.

Al uno por el otro. Con los huesos

- - - Quebrados, y espinas desde sus pechos

Brotando con cada encuentro. Posesos

De la gélida amargura de lechos

Separados en la noche. Sin besos

- - - Ni aliento en la boca. Tanto pensarse

Y pensar, que acabo por olvidarse

De elegir su camino hacia el amor.

- - - Y, maltrecho, se ancló en la encrucijada

Entre el deber y el deseo. Sin nada.

Sin ella ni horizontes. Sin calor.

- - - Sumido en el dolor

De ya para siempre sólo ser uno

Sin ella; mitad sin fuego ninguno.

Mariposa

Volando entre flores,

Que es eterna sueña.

Mas antes del fin

De sus alas breves

Descubre el dolor

De los vuelos rotos.

Y llena de espanto

Maldice a los dioses

Rogando la muerte.

viernes, 5 de octubre de 2007

Las hojas muertas

No,
no es el otoño;
son esos sauces que, llorando
al son melancólico de una clepsidra,
van desangrándose a lágrima viva.

La ceguera

En esos breves instantes

En que iluminas a veces mis sombras,

Ya no sé reconocer,

Si estás abriendo una puerta

O es sólo que no puedes contener

Tanta luz en tus adentros.

Y, confuso, permanezco

-Las manos en los bolsillos

Y arrastrando mis huesos por los suelos-,

Sin poderme levantar,

Sin atreverme a llamar;

Fue tan duro aquel portazo

Que continúo aturdido

-O pudiera ser que muerto-

Y no alcanzo a adivinar

Si será mi llamada como un golpe

Ahondando en el dolor de tus heridas

O como caricia blanca.

Y en mis bolsillos mis manos se tornan yermos muñones

-Torpes y mudos muñones-,

Que cuando intentan gritar

Alzan marañas de espinos.

Pero lo cierto es que hoy,

Te sigo echando en falta más que nunca,

Que arriesgaría mi vida,

Aunque ya valga tan poco,

Por adentrarme en la altiva maraña,

Sin escudos y desnudo,

A corazón descubierto,

A mi esperanza marchita jugarme

Por tratar con locura de arrancarla;

Con las uñas, con los dientes,

A feroz brazo partido,

Con mis muñones sangrientos.

Porque miré en mis adentros

Y tan sólo descubrí

El infierno del hastío,

Tristeza , dolor, miseria,

Congoja, pavor, vacío.

Mas sin nada que ofrecer,

Con sólo esta urgencia de ti entre las manos,

Tan sólo puedo rogar

Que, si esa lánguida luz,

Con que a veces iluminas mis sombras,

Trata de abrir una puerta

O de lanzar una escala

Hasta el fondo de este abismo que sin tregua me consume,

Al inicio del camino,

Me guíes, porque estoy ciego;

Porque te llevo en la entraña,

Porque te llevo en mi pecho

Porque te llevo en el alma,

Palpitando a cada instante,

Y, por mucho que lo intento,

Me es imposible alcanzar

A olvidarte ni un momento.

Acúname, madre, en la mar


De corales y de espuma,
Cóseme, madre, un vestido,
Que, aunque tú ya estás viejita,
Sigo siendo como un niño
Que, sin mar, vaga desnudo
Con el salitre adherido
A la piel y a la garganta
A la mirada y su nido.
¿Sabes?, madre, tengo miedo
A morirme despacito
Sin haber sentido el mar
Arrullando mis latidos,
Sin el sabor a mareas
Que ambicionan mis sentidos,
Y sin gozar de las olas
Como si fuese un chiquillo;
Que muero, madre, de pena,
Por un cariño perdido,
Y me adelgazan la sangre
Nostalgias como colmillos;
Tengo, madre, el alma yerma
Por la arena del olvido,
Y del hambre de la ausencia
Mi corazón desnutrido;
Madre que me estoy perdiendo
Madre que sangro rendido,
Madre que me duele el alma,
Madre que pavor respiro;
Tú no me abandones, madre,
Y obra en tu pecho un prodigio:
Como está mi quilla rota
Y mi timón se ha partido,
Regálame por mi santo,
De la mar, un caballito,
Que cabalgue a lo más hondo
Del océano infinito;
Que me acerque en su galope
Al confín de mi destino
Y que anegue mis pulmones
De impenetrables abismos;
Y sonoras caracolas
Que susurren a mi oído
Cantos de amor imposible
De los azules nacidos;
Téjeme dos alas blancas
Para mi palo rendido
Que se pudrieron mis velas
De desespero y hastío,
Alas blancas como lunas,
Como faros encendidos,
Que mi mirada está ciega
Y no encuentro mi camino;
Y despliega con caricias,
De algas, un lecho muy fino,
Que me aparte de este insomnio
Donde agonizo sumido.
Madre, estréchame en tus brazos,
Que estoy henchido de frío,
Ven a arroparme en la noche
Que mis sueños he perdido;
Y si canta una sirena,
Reclamándome a gemidos,
Deja que me marche, madre,
Que sin su luz ya no vivo.

Espejismos

Fuiste lo mismo que un flash.
Como susurro en la noche
Rompiendo el silencio eterno
Y logrando que creyera
En la luz y el horizonte,
En la música y el viento,
En los colores
-------------------- y el mar.

jueves, 4 de octubre de 2007

Eclipse de voz

Este eclipse de voz que asola mis sentidos
Se lo ha llevado todo:
El ayer y el mañana, la vida y la esperanza,
La luz de las estrellas,
El rumor moribundo del agua en las clepsidras
Y hasta las propias sombras.

Oh

Quién fuese el corazón de aquel fraile Arrázola,
Chorreando su sangre vehemente
Sobre la piedra de los sacrificios
,
Para dejar de escuchar ya por siempre
Las fechas infinitas por las que aún
Seguirá sucediéndose sin pausa,
Eclipse tras eclipse sobre altares sangrientos,
Esta aciaga ceguera en la penumbra
Que arrasa mi corazón lentamente.

Buscando una zarza ardiendo, entre el hielo.

De un tiempo a esta parte me vengo sintiendo día a día más místico. O más absurdo. Debe ser que ya no le encuentro sentido a las cosas, ni por mí mismo, ni por sí mismas, ni en mis adentros, si es que queda algo aprovechable en éste lúgubre y pavoroso lugar donde tanta angustia me da asomarme. Tampoco encuentro sentido a los casos. Ni a las no cosas. Así que, con tanta incertidumbre y perplejidad acumuladas, hace ya no sé cuanto tiempo que me siento como un gusano, aunque creo que nunca lograré acostumbrarme a esto de tener que arrastrarme sobre los cristales rotos de lo pretérito; como un estúpido, aunque no con la profundidad que yo quisiera. Esta tarde leeré unos pasajes de la Biblia, por si hay algo en ellos con capacidad para iluminarme. Aunque no lo creo.

Delirios agnósticos

Dios aprieta pero no ahoga. Como los grandes profesionales de la tortura. Aunque, como éstos, también, cuando alcanza sus objetivos, siempre termina por eliminar a sus víctimas, como hizo con su propio hijo, como hace con sus huérfanos, con todos nosotros sus huérfanos, condenados al olvido.

El largo y asfixiante hastío

De otro día sin verte
llego a casa cansado
no como apenas
trato
de dormir una siesta
pienso no duermo escribo
un poema
preparo
te rojo sin azúcar
me ducho y bajo al bar
subo
y hago la cena
grima náuseas desgana
no como apenas
trato
de acomodarme al sueño
pienso no duermo escribo
un poema
escucho
adagios de Marcello
de Dulce Pontes
fados
el tango de Malena
pienso no duermo llega
la aurora
pienso en ti
pienso en ti
pienso en ti…

miércoles, 3 de octubre de 2007

Si tú murieses... ¡Qué desespero!

Ya todo ha terminado. Nunca más

viajaremos tomados de la mano

-no hablo de labios, digo de la mano-,

soy muñón exangüe. Por lo demás

- - son tus ojos como espadas que a ras

de esperanza me quiebran, y un gusano

yo a tus pies, rogándote el gesto humano

de que me aplastes piadosa. Jamás

- - creí poder desearte la muerte

como ya te la deseo; quererte

de este modo me está matando. Tú

- - o yo… Así están las cosas… ¡Tú, tú!,

que si tú murieses… ¡Qué desespero!,

muerto esperando a tú cadáver. Muero.

1.964 (un poema de Jorge Luis Borges)

I


Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines: Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde ( repites vanamente )
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.


II


Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

Bajo las ruinas de Babel

Primero fue con palabras,
Con las manos, con el gesto,
Con sonrisas, con miradas,
Con suspiros sin aliento.

Pero equívocos los cánticos,
Se esfumaron en el viento,
Dejándome en su lugar
Amordazado un lamento

Que desde la amarga ausencia
Con la jerga del silencio
Hoy te sigue reclamando
Que hagas en tu vida un hueco,

Donde el dolor desolado
De este mudo desconsuelo
Halle el bálsamo que alivie
La herida del tiempo muerto.

Latidos de arena

Cada vez que se veían, que estaban juntos, ella le infundía un impetuoso vendaval de emociones que lo acariciaban como una garra clavándose en el alma, un vértigo inenarrable que lo elevaba hasta la cima de los más profundos abismos, un denso aguacero de sentimientos que necesitaba beber con ansias, pero que parecía, momento tras momento, ir a ahogarlo en el fondo de sus propios latidos. Era el dolor más intenso y dulce a la vez que nunca nadie haya llegado a imaginar, una fuerza indómita que lo atraía y alejaba de ella a un tiempo, que lo arrastraba, inmóvil, como el gélido galope de una quimera de fuego. Hasta que un día, creyendo que ya no podría resistir aquella tensión ni por un minuto más, decidió que lo mejor que podía hacer era dejar de verla para siempre. No había previsto, no obstante, que ojos que no ven, corazón que no siente. Y su corazón, necesitado de sentir, lo abandonó hasta el fin de sus días, dejando en su lugar un hueco miserable, henchido de silencios y ausencia.

El escritor

Hace ahora nueve noches que soñé que era un escritor de éxito; mi última novela alcanzaba cifras de venta hasta el momento desconocidas y a mis treinta y tres años era propuesto para el Nóbel de literatura. No había quién no me diera como favorito para obtener el preciado galardón. Desde entonces no duermo. No, no piensen que se trata de insomnio, es que intento por todos los medios no dejarme vencer por el sueño. Al principio recurrí a ingentes dosis de café sólo y ahora ya van dos días en los que no paro de consumir coca y anfetaminas. Pero estoy muy cansado y creo que ya no podré aguantar mucho tiempo sin terminar durmiéndome. Y estoy convencido de que al despertar no podré resistir el volverme a sentir de nuevo un escritor fracasado. Supongo que todo esto les parecerá muy extraño, y eso que aún no les he contado que en toda mi vida lo más aproximado que he escrito a algún género literario ha sido la lista de la compra.

martes, 2 de octubre de 2007

De toga a toga y amordazo porque me sale de la corona

Continúa la escalada de la violencia por parte de los inquisidores y censores del sistema. Al parecer en este país mal llamado democrático, no se puede defender un modelo de Estado que no sea otro que el de una monarquía, como todas, trasnochada y decadente. Después dicen que hay libertad de opinión y de expresión, pero no, aquí sólo se puede ser republicano en la intimidad y con la mordaza puesta, nada de manifestarlo por las calles, pues enseguida se pone en marcha la maquinaria represora para convertirte en un "delincuente" de opinión. Como en otros tiempos que dicen que por fortuna pasaron. Después, éstos mismos que se visten de Santa Inquisición para mantener la ortodoxia de la Una Grande y Libre, se permiten el lujo de criticar hasta la saciedad los supuestos presos de opinión que dicen que hay en otros estados soberanos, que igual haberlos haylos, pero ¿con qué autoridad moral pueden ni siquiera mencionarlos?




La Fiscalía pide para Jaume d'Urgell un año de prisión y 4.000 euros de multa por cambiar la bandera española actual por una republicana en el centro de Madrid.

¡BASTA YA DE REPRESIÓN! ¡BASTA DE CENSURA! LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE OPINIÓN YA! ¡NO A LOS JUICIOS POLÍTICOS! COMO DIRÍA FERNÁN GÓMEZ: ¡A LA MIEEEEEERRRRRDA!

¡BRAVO, JAUME, POR TU VALENTÍA!

Más información en Libertad Siete

Bajo el aguacero


Tras evitarse mutuamente durante siglos, se encontraron casualmente en medio del vacío de un enorme charco, y hubieron de hacer un ejercicio de ardua cortesía para poder sobrellevar la intensidad de los goterones de pasado que sin piedad los golpeaban.

- ¡Hola, cuánto tiempo!, ¿qué tal te encuentras?


- Bueno, ya sabes que nunca me fueron bien estos días lluviosos, que me entristecen. Además, hoy me duele todo. Así que no estoy del todo bien. ¿Y tú?


- ¿Yo?, todo lo contrario, a mí hace tiempo que me es casi insoportable el dolor de la nada.

Bestiario (XI)

(Apis mellifera)

Fuiste el alma de miel
Que anhelaba mi boca
Cómo cera encendida.

Pero al ir a tomarla,
Me clavaste tu ausencia
En la espera rendida,

Y en mortal aguijón
Se volvieron los vuelos
Que a mi amor sostenían.

Y un veneno dulcísimo
Se introdujo en mis venas
Amargando mi vida.

Y volaste a otras flores
Despreciando los púrpuras
De mi rosa marchita.

lunes, 1 de octubre de 2007

El extraño

Hay personas con un gran corazón, pero que, a fuerza de ver defraudadas tantas segundas oportunidades concedidas, terminan por ocultarlo celosamente tras la dura costra que van fabricando con el tiempo y los coágulos de la sangre vertida desde sus heridas. Y llega un día a partir del cual dejan de otorgarse una nueva oportunidad para el afecto y la ternura.

Elvira caminaba bajo la lluvia sin pensar en nada. Años de aprendizaje y férrea disciplina habían obrado en ella el prodigio de permitirle estar cuanto tiempo quisiera sin hacerlo. Y ya casi nunca pensaba, sus recuerdos eran tan dolorosos que, de hacerlo durante demasiado tiempo, habría terminado por volverse loca. Su paso era firme y seguro y, como siempre, iba con la miraba fija en sus zapatos sin reparar en nada de lo que iba dejando atrás en su transito sin rumbo ni destino. Le gustaba caminar en los días de lluvia sintiendo sólo el chapotear de sus pasos sobre los charcos.


Pero, esta noche, el tropiezo inesperado con una botella sumida en las sombras iba a sacarla de su letargo.


- ¡Vaya!, acaba de hacerme añicos la botella de tinto. Era un rioja gran reserva. ¿Sabe?, hacia años que no me llevaba a la boca nada igual -dijo una voz que imaginó curtida por mil años de frío, alcohol y tabaco.


Aunque se cobijaba también bajo la sombra que había motivado aquel tropiezo, Elvira pudo vislumbrar la imagen confusa de aquel hombre. Llevaba un abrigo que debía tener el color de la mugre perpetua y una barba que se adivinaba grasienta y le llegaba casi al vientre. Aparentaba tener unos sesenta años. Aunque los marginados que viven en la calle suelen aparentar todos tener al menos esa edad.


- Usted perdone, no fue mi intención –dijo Elvira mientras sacaba del bolso un billete de 20 euros y hacía ademán de entregárselo como compensación por el estropicio.


En ese instante la luz de los faros de un coche iluminó aquel rostro hundido en las tinieblas, descubriéndole unos ojos que, aunque con la mirada perdida, le resultaron familiares.


- ¡Manuel! ¡Dios mío! ¿Qué haces aquí tirado en medio de la calle? ¡No sabes durante cuantos meses te estuve buscando!


El hombre permaneció inmóvil y en silencio. No sólo había quedado muda su voz, sino que también parecían haber enmudecido sus gestos y hasta aquellos ojos verde oscuros que Elvira había creído reconocer.


- ¡Pero Manuel! ¿Es qué no me reconoces? ¡Soy Elvira!


El hombre comenzó entonces a toser áspera y brutalmente. Parecía que se le fuese a salir cada una de sus vísceras por la boca y hasta por aquellos ojos que ahora debían estar profundamente inyectados en sangre. Tras unos segundos, que a Elvira le resultaron interminables, logró recuperar parcialmente el aliento y dijo con dificultad:


- Lo siento… señora… pero no creo que usted y yo… nos conozcamos. En cualquier caso… desgraciadamente, soy ciego de nacimiento y… difícilmente podría reconocerla.


- ¡Disculpe!, no había reparado en ello.


- No se preocupe, señora, de noche… y con esta lluvia es comprensible.


- Está bien. Adiós Y perdone de nuevo por haberle roto su botella –dijo Elvira mientras cambiaba el billete por uno de 50 euros y se lo dejaba al hombre entre sus frías y temblorosas manos.


- Muchas gracias, señora, muchas gracias.


- Adiós, adiós.


El hombre la siguió con su mirada cuajada de lágrimas hasta que volvió a perderse para siempre entre la lluvia, rememorando, como hacía casi constantemente, aquellos días en que Elvira, cada vez que se encontraban, para tratar de evitar el dolor, se marchaba de su lado como si fuera un extraño, condenándolo y condenándose a que ya lo tuviesen que ser para siempre.


Abril de 2006


Distancia

No son los pasos que quedan por dar
Para abrazar el ansiado horizonte,
Ni las zarzas al borde del camino
Clavando sus espinas en las alas del alma,
Ni las huellas que, manchadas de sangre,
Van adelante a pesar de la herida,
Ni adentrarse en los rumbos a los sueños perdidos
Sin brújula ni velas,
Ni el barro atrapando los pies descalzos,
Ni el miedo ni la ausencia,
No;
La distancia es un muro infranqueable
Que devora la entraña del que espera
Rendido de antemano.

Semen

Como el semen que Onán arrojaba en la Tierra,
Estos versos amargos,
Sin útero amoroso que dulce los acoja
Para ser fecundado,
Se pierden en la nada.
¡Qué atroz e incestuosa pederastia
Urdiendo pecados no nacidos!
¡Qué triste eyaculación sin orgasmo
Reventando en estrofas sin simiente!
¡Qué ardor prostituyendo los sentidos
Cual témpano de hielo!
¡Qué sórdido burdel
Con disfraz de poesía!
Me desparramo en blancas soledades
Con acordes de luto
Y me duelen las flores como espino…
Y esa lila del páramo –oh dios mío la lila-
Es igual que la muerte,
Gasolina en el fuego,
Como espejo de mármol,
Infierno aventajado en los infiernos.
Ah dios terrible, imponme el castigo
Reservado a los cánticos estériles;
Corta el hilo de un golpe
Para que en paz descanse el sexo hambriento
De vástagos insomnes,
Y arrástrame a los profundos abismos
Donde tú ya no existes,
Donde esta nada no fue más que un sueño
Nunca más recordado.