Mi estilista ha acabado convenciéndome. Una vez que he llegado a la cúspide de la pirámide del poder, miro con una mezcla de pavor y vértigo al pasado y al futuro inmediato. Pero, sobre todo, gran parte de mi vida pública transcurre entre cámaras y fotógrafos que captan mis discursos y reuniones con la gente guapa, la que maneja los hilos del poder no sólo político sino el económico y financiero. Y debo estar entre ellos como “una igual entre iguales”. Siguiendo el manual del estilismo americano “Power Dressing” cambié y renové mi peinado y mi imagen. Y pasé, de la noche al día, de ser una joven activista de pelo negro y rizado con un aspecto tosco y salvaje, a la clásica imagen de mujer de Estado con pelo rubio teñido y liso. Pero no acabó de convencerme y - para lograr una mayor complicidad con la gente llana y sencilla- , he optado por darme un aspecto más natural y entrañable. Me he peinado con una media melena ondulada y más natural, entre rubia y castaña. Os diré también que estoy acostumbrándome a usar un maquillaje discreto y favorecedor. Al respecto, pretendo dulcificar los rasgos de mi rostro, algo duros y contundentes, y es que algunos me comparan - sólo con verme - a la Dama de Hierro británica o me apodan la Ángela Merkel andaluza. Al elegir mis prendas de armario sigo teniendo mis preferencias de siempre: colores favoritos como el rojo, el blanco o el verde. De éste que os voy a decir, si soy andaluza y provengo de los humildes orígenes de un barrio trianero; y de mis trajes rojos y chaquetas de piel, pues que son la mejor imagen que puede ofrecer una líderesa socialista para que la reconozcan como tal. El blanco, sin embargo, me acompaña desde siempre, Con él quiero expresar a los millones de andaluces que confían en mí que - con mi persona- se abre una nueva etapa, de mayor pureza e intransigencia con la corrupción; una etapa cargada de las nuevas ilusiones que siempre aporta cualquier generación joven, la de una hija de la Época de la Transición y de la Post-Dictadura franquista.
(¢) Carlos Parejo Delgado
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