En el contenedor azul
hay que depositar cartones y papeles.
Al amarillo van
los envases ligeros
-si es que consigues atraparlos.
El verde es para el vidrio.
Y en el grís se ha de echar
el resto de la mierda,
a excepción de un sinfín
de excepciones que debes,
como buen ciudadano de Occidente,
acercar hasta alguno de esos sucios
lugares que han llamado puntos limpios.
Parecerá muy simple, pero es harto complejo.
Por ejemplo, el papel de envolver churros
donde estoy pergeñando
este bodrio-poema no se debe,
por estar impregnado
de pringue y cochambrosa antipoesía,
verter en el azul sino en el gris
o incluso, ante la mínima
sospecha de que pueda ser nocivo,
tóxico o peligroso,
llevarse a toda prisa a un punto limpio,
junto con el pequeño
depósito de látex que contiene
tus desechos orgásmicos.
Y, como esto, otros muchos
y variopintos peros. Pero a fin
de no seguir cansándote,
te diré que, a menudo,
da igual donde termines echando cada mierda.
Porque, pagadas las correspondientes
tasas de reciclaje al consistorio,
todo lo que con mimo fuiste seleccionando
y dejando en el verde, en el azul,
el gris o el amarillo,
se termina arrojando sin control
al mismo nauseabundo vertedero.
Yo lo he visto y, por tanto,
lo puedo prometer y lo prometo.
La flor del tabaco
-
*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
1 comentario:
Total, que vuelve a la tierra todo mezcladito lo que tú separaste concienzudamente un día y otro, ilusionado con ser el ecologista ideal
Publicar un comentario