Uno de los errores más aberrantes de diagnóstico, y que más dificulta el diseño y puesta en marcha de posibles soluciones a un problema determinado, consiste en confundir las causas con las consecuencias. Aún sigue caliente el cadáver de Hillary Clinton, y ya nuestros sesudos comunicadores y políticos patrios han dado en denominar efecto Trump todo tipo de conductas indeseables perpetradas por ciudadanos norteamericanos arios de espíritu y sin alma. Pero Trump no es la causa sino la consecuencia. No proliferan conductas racistas en EE.UU. porque Trump haya sido elegido presidente. Trump ha sido elegido presidente porque el pensamiento racista ha ido ganando terreno. Puede parecer una nimiedad de Perogrullo, pero no todo el mundo lo tiene tan claro. Y nuestros políticos y comunicadores no contribuyen precisamente a esa tan necesaria clarificación.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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