La decisión a favor de los doce fue unánime. Colaborarían el tiempo que fuese con el proyecto de robot humanoide del neurólogo. No era sólo cuestión de ganancias personales, sus nombres quedarían en la memoria de tan trascendental avance científico.
Un robot humanoide que pensaría como ellos, pero sin agotamiento físico y nervioso de sus neuronas. Podría cuidar y atender las mentes de peques, enfermos y ancianos con la paciencia de un santo Job, operaría eficazmente en los quirófanos, sería un perfecto guardián del orden público, etc.
Ellos, mientras, podrían disfrutar de lo lindo en su realidad virtual. Más de cien conversaciones diarias con los amigos y familiares ausentes sin coste alguno, todos los programas y aplicaciones audiovisuales que quisieran para matar su tiempo libre, antes tan aburrido y vacío. Su única duda era que sus padres estaban indignados por motivos que no comprendían. Sus genitores veían en aquel experimento una afrenta a misteriosas divinidades seculares; un atentado al bagaje espiritual y cultural de la raza humana anterior a la era tecnológica,…
(¢) Carlos Parejo Delgado
No hay comentarios:
Publicar un comentario