Lucían en sus chándales las chapas azules, rojas, naranjas y blancas de sus respectivos imperios: MOVISTAR, YOIGO, VODAFONE y PHONE CITY. Trabajaban en sus tiendas, como mileuristas expertos eventuales, hasta los domingos por la tarde, a la manera de los chinos.
Eran doce amigos y amigas que, mofándose de las creencias paternas, se llamaban los “apóstoles” del mundo virtual, del mundo por venir. Y ellos eran sus “Mesías”. Eran los que aprendían constantemente nuevos programas y aplicaciones y nuevas prestaciones de su divinidad, el teléfono móvil o tableta. Y luego las profetizaban ante la gente, anunciando la futura felicidad del hombre-máquina.
De hecho, los doce elegidos se habían bautizado, nada más dar sus primeros pasos como bípedos humanoides, con el regalo de un teléfono móvil por sus papás, para que se entretuvieran. Después, la pesadez y aburrimiento de los apuntes y libros de papel, siempre tan eternos e inmutables, los había conducido a su condición de empleados eventuales de los imperios de las telecomunicaciones, del imperio de la ligereza cambiante de todo lo por vivir, de cuya ideología eran sus profetas.
(¢) Carlos Parejo Delgado
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