jueves, 24 de diciembre de 2015

Reválida práctica


A todo Presidente
electo y sus ministros,
antes de haber tomado
posesión de sus cargos,
habrían de llevarlos
a contemplar la cúpula
de Genbaku unas horas,
y después, por un par
de semanas al menos,
de excursión a la zona
cero ―la más jodida―
de Chernobyl. También
―siempre habrá alguna que otra―
a una guerra ―¡y al frente!,
nada de retaguardias―,
en la que deberían
permanecer luchando
hasta haber liquidado
en cruento cuerpo a cuerpo
a un soldado enemigo
o salir, en su caso,
con los pies por delante.
Tampoco es mala opción
llevarlos a cualquier
lugar del Tercer Mundo
donde haya una epidemia
de malaria y las fuentes
de agua potable apesten
a vertidos fecales
―¡y nada de vacunas
ni de agua embotellada―.
Luego, si es que aún resisten,
a residir un tiempo
en cualquier arrabal
de chabolas ―rodeados
de ratas y camellos―
sin luz ni agua corriente
―¡y en época de lluvias!―.
Después las vacaciones:
¡a bañarse en petróleo
en el delta del Níger!
Y por último, y esto
ya de forma opcional
―según tengan el cuerpo―,
mudarlos como huéspedes
a un sucio calabozo
donde la policía
los torture hasta hacerles
desear no haber nacido.
¿Que es dura esta reválida?
Tal vez. Pero, sin duda,
nos dará garantías
de que una vez metidos
en harina lo harán
por vocación política
y no para trincar,
y con conocimiento
de lo que en realidad
son las calles y el mundo.

Fotografía: Michael Lewis

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