Louis Antoine de Bougainville (1729-1811), marino y explorador francés, trajo la planta a Europa desde Brasil, en su expedición alrededor del mundo. Gracias a él, cuando avanza la primavera, las casas-palacio decimonónicas que aún no han sido derribadas por la picota inmobiliaria, presentan un aspecto magnífico (El Palacio de Las Dueñas, el de San Telmo, la casa de Pilatos o la mansión florentina del Marqués de la Motilla). Descuelgan y dejan chorrear las humildes flores de las buganvillas por las paredes encaladas de sus patios, muros y tapias, alegrándonos la vista y volviéndonos más sensuales.
¡Qué caleidoscopio de colores el de estas plantas trepadoras traídas de América en el siglo XIX¡ Aunque predomine el rosa fucsia, hay buganvillas de todos los tonos de la paleta de un pintor: marrones, violetas, de rojo intenso, color vino tinto o burdeos, rosas y naranjas. Lo que pocos saben es que el color, sin embargo, no pertenece a la flor, que es pequeña y blanca, mucho mas discreta, sino a las hojas que le salen en esta época del año.
En el Callejón del Agua (Barrio de Santa Cruz), el Marqués de la Vega quiso ponerla de moda como mobiliario urbano. Como techo natural con el que dar sombra a la calle y a los patios de casas colindantes como la de Washington Irving. ¡Qué pena que no prosperase esta iniciativa, y sí hayan triunfado las vulgares telas sintéticas promocionadas por la multinacional Coca Cola para combatir el calor¡
(¢) Carlos Parejo Delgado
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