lunes, 29 de septiembre de 2014

Crisostomías (10): Vejez (Carlos Parejo)


Sólo cuando ella enviudó volvió a llamarse Pepita. Antes, los dos miembros de aquella pareja habían perdido sus nombres hacía muchos años. Primero fueron cariño y gordito, luego nosotros, más tarde papá y mamá y, finalmente, abuelo y abuela.

Mi abuelita creía en un cielo donde no se ensuciaran los vestidos, ni hubiera que cocinar ni lavar platos.

Aquella viejecita se quedó soltera por ser un alarde de independencia y no haber encontrado ningún hombre que la necesitara menos que ella a él. De hecho, se pasó toda su vida corrigiendo en sueños sus antiguas vivencias amorosas.

Aquel anciano que había viajado por tantos países y leído miles de cosas, tenía una conversación tan llena de lujos como las tiendas de la madrileña calle Serrano, de la Quinta Avenida neoyorquina o del mismo Beverly Hill. Los libros siempre habían sido más próximos a su corazón que los vecinos, que lo tildaban de extraño y raro.

(¢) Carlos Parejo Delgado

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