Veámoslo con un ejemplo. Calle Tetuán a la anochecida. Hay una auténtica marea humana de turistas y gentuza proveniente de la corriente del Golfo que nace en Puerta Jerez, y se prolonga por la Avenida y Plaza Nueva. Una corriente que se traga a cualquier viejo -o madre con carrito de bebé- que se interne por ella en un fin de semana desde el mediodía a la madrugada.
Un hombre con cara de bulldog con gafas, muy alto y de potente musculatura, se abre paso a empellones entre los viandantes. Dos frágiles ancianas con andador - que salían de un portal vecino- son sus primeras víctimas. Han sido literalmente estrujadas contra las persianas metálicas de un comercio cerrado. Dos subsaharianos que vendían con el top manta en las cuatro esquinas han venido a auxiliarlas. En ese momento han aparecido varios agentes de la policía local. Proceden a incautarles la mercancía expuesta y los manteros se alejan cabizbajos.
Algunas personas los consuelan. Entre éstas, un fraile franciscano alto y de buena facha, pese a sus incipientes canas. Éste se acerca después a sus feligresas y les dirige unas beatíficas, dulces y reconfortantes palabras. Pliega los andadores y los esconde entre sus hábitos marrones. Sus dos brazos hacen las veces de improvisados bastones y se las lleva a sentarse un ratito a la parte trasera del convento del Santo Ángel, hasta que se les pase la sofoquina.
Al día siguiente el ABCdiario menciona en sus páginas centrales la preocupante amenaza del top manta en días de esplendor comercial y la necesidad urgente de erradicarlo. Del atropello de las ancianas en la atestada calle Tetuán y lo que luego aconteció, ni pío.
(¢) Carlos Parejo Delgado.
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