jueves, 15 de marzo de 2018

Reivindicando el derecho al odio


Tiparracos y tiparracas que se pasan todo el sacrosanto día tocándose los cojones o el clítoris, y ganan un pastón por un anacrónico e impúdico derecho de sangre o su condición de consortes. Pastón proveniente de los impuestos pagados por los trabajadores.

Tiparracos y tiparracas que se pasan todo el sacrosanto día tocándose los cojones o el clítoris, y ganan un pastón en el sector privado por los favores prestados cuando ostentaban mando en plaza en el albañal de lo público. Pastón proveniente de la explotación de los trabajadores y el medio ambiente, así como de la estafa a los consumidores.

Tiparracos y tiparracas que se pasan, la parte del día que no están tocándose los cojones o el clítoris, trabajando para el inglés en lugar de hacerlo para el pueblo que los eligió y al que se deben, y ganan un pastón por pervertir de ese modo la democracia.

Tiparracos y tiparracas que ganan un pastón por manipular y mentir en los medios, al servicio de las mafias del totalitarismo financiero.

Tiparracos y tiparracas que ganan un pastón por juzgar con manga ancha a los capos de las mafias del totalitarismo financiero y mandar a galeras a quien hace chistes con fascistas genocidas como indeseables protagonistas.

Tiparracos y tiparracas, en fin, llenos de orgullo y satisfacción, y que, sabiéndose impunes, no piden perdón.

Yo, a todas y a todos estos, los odio y les deseo un enorme forúnculo de por vida en sus apestosos traseros. Ni olvidó ni perdón. Y que vengan fiscales de estómago agradecido y tragaderas anchas a pedirme cuentas. Otros, que sin tener donde caerse muertos, se piensan con patria, se dicen orgullosos de ser tan patriotas como aquellos. Pobres diablos

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