Los periódicos y otros medios patrios han terminado derivando en poco más que meros panfletos políticos. Pero sin ideología. No es el fin de la historia -concepto este, el de la historia, de dudosa existencia-, pero, sin duda, sí el comienzo de un nuevo episodio de barbarie. El jíbaro insaciable de la posverdad se alimenta de restos sanguinolentos de discernimiento. Esperemos que aún, al menos, nos quede una bala en el tambor del revólver. Por si no nos quedase otra que descerrajarnos un tiro en el cielo de la boca.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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