sábado, 31 de agosto de 2019

La escolopendra


El día que la pompa
de jabón hizo pum ranas y sapos
no entendieron ni pum y devoraron
la hiel contaminada del lagarto.
Entretanto en las aguas
crecientes del deshielo
comenzaba a cocerse la tragedia.
Tras un invierno atípico
con una inusual
cosecha de carámbanos
y de helados de miga
de pan elaborados
con los restos hurtados
por hormigas y parias de las mesas
de la alta burguesía,
llegó la primavera
con hambre prematura
y confundió maná con avalancha.
Aguas arriba el muro
de la presa minera
mostraba su sonrisa desdentada
a fósiles y latas de conserva
ahítas de herrumbre y tizne.
"¿Quién hubiese podido
prever el estallido?",
se preguntó después de la merienda
de blancos y algún que otro
moreno, el barrenero
—su gula olía a pólvora.
Pero ahora volvamos a los sapos,
las ranas y la pompa.
Cuánta indolencia, cuánto
alfa y hormigas cuánticas
ignorando el seísmo
que había sepultado
tras el pum y el maná
confiscado por orden
de la curia, las últimos
granos aún inmaduros de esperanza.
Y qué grande el empacho deletéreo
que sufrieron al borde
de la charca alcaloide los batracios.
Han pasado los años
y aún nadie ha descubierto
el final de esta historia
—la censura es un arma
cargada de ignorancia—,
pero si algo es seguro
es que no hubo perdices
ni quinielas de quince
resultados regando
de risas y pan tierno la miseria
de los desarrapados
—los resultados, ¡BINGO!,
ayer, ahora y mañana,
estuvieron, están
y estarán amañados.
Pum, BRUUUUM, la escolopendra
—cortina de humo— acecha
on line en cada esquina
del arrabal en ruinas.

1 comentario:

Carlos dijo...

Poema onírico me quedo con lo de la censura es un arma cargada de ignorancia