Llovió sobre los páramos
cien años y cien noches.
Fue un eclipse total
de horizontes y aliento,
borrando los caminos, anegando
la guarida del lobo, desbordando
corrosivo los cauces del reuma y el silencio.
Cuando ya la esperanza
yacía, agonizante,
rendida sobre un túmulo
de sodio y algas muertas,
anunció la mujer
del tiempo altas pasiones.
Yo me arranqué el paraguas
de la sangre y la médula,
y salí a la intemperie,
desnudo y sin quintante,
buscando un tallo firme
de espliego o arco iris
donde tender mis sueños.
Pero apenas salió
el sol, llegó la plaga,
devorando el plumaje
de duendes y luciérnagas,
dejando el firmamento
en los huesos, ungiendo
de penumbras los últimos
rescoldos de relámpago.
Llovía sobre mojado
y yo ya estaba a punto
de abandonarme al cieno
de la desesperanza,
cuando vino al alféizar
de mi miedo un mensaje
con forma de paloma.
Decía que vendrías
como un arca a salvarme
del destiempo y las aguas.
Yo te esperé cien noches
y cien siglos sin luna.
Pero tú preferiste
permanecer a salvo
en tu jardín colmado
de gerberas de plástico
y luz ultravioleta,
antídoto infalible
contra el tósigo dulce
del néctar de los sueños.
La flor del tabaco
-
*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
3 comentarios:
Bello poema de la ausencia que diría Miguel Hernández. Las mujeres del tiempo anuncian altas presiones, no altas pasiones, ojalá.
Hermoso poema del paciente. A otros apenas les dura decinueve días y quinientas noches.
La vida siempre es más valiente que nosotros...Para Vivir hay que arriesgarse...a menos que nos conformemos con el mero respirar
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