sábado, 4 de diciembre de 2010

El constructor de puentes


Uno

La línea que define el horizonte no es más que un espejismo. Así, nunca es posible medir con magnitudes físicas la distancia que separa nuestros sueños de su inalcanzable intrascendencia. La medida, aunque a veces se disfrace del color de los destellos, siempre es la sombra.

Dos

Desde su más temprana infancia fue su más firme y casi única vocación. Aunque nunca ya nos será desvelado, quizá el motivo estuviese en aquella recurrente y tan poco común idea que, como la sombra luminosa de un espectro, irrumpía cada noche en sus sueños; aquel continuo preguntarse por la arcana y extraña alquimia que, sin terminar de revelársele, intuía desvaneciéndose en el no lugar de contacto entre lo celeste y lo mundano.

Tres

Fue poco antes de licenciarse en arquitectura cuando concluyó que el horizonte más distante no es el que nace hacia poniente de la cópula sin tacto del mar y el firmamento, sino aquel que se perpetúa coronando como el filo de una espada la vertical de los muros que cautivan sin efugio las huellas sin camino de los sueños.

Cuatro

Y, tras doctorarse, para tratar de ser uña y carne con su vocación, se especializó en puentes. Pero sólo le encargaban paredes, murallas, baluartes, presidios, guetos, cercados, fosos, abismos, alambradas. Y así se fue quebrando su esperanza, adelgazando, consumiéndose.

Cinco

Cuando ya no hubo luz y todo fue distancia, sin saber que una grieta continuaba latiendo esperando el prodigio del regreso al origen, él mismo se hizo muro coronado de abrojos. No hay animal más terco que el frágil pedernal de la esperanza mermando a dentelladas los ojos de la sangre.

Y así, bajo las ruinas del tiempo que perdió a contracorriente, creyó ver, tras la niebla, las alas de un instante.

Seis

La línea que define el horizonte no es más que un espejismo, no hay muro mas hiriente que el puente levadizo que se alza para siempre sobre un foso.

Siete

No les dio tiempo a cortar la cinta. En un descuido ciego de la horda carcelera, corrió hacia el centro vacuo de las sombras y alzó su obra aberrante dejándolas vacías. Se dice que amparada en el ocaso, voló desde el presidio inhabitado un ave henchida en fuego, tendiendo con su estela un puente al horizonte.

1 comentario:

MaLena Ezcurra dijo...

Un enunciado metafísico, creo.

Tender un puente al horizonte vale la pena aunque se vaya la vida en eso.

Maravillosas palabras.


M.