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EUGENIA Martínez de Avellaneda y Alba-Irujo, dama de alta cuna, buena madre y esposa de educación religiosa, fue desheredada ipso facto cuando, tras amancebarse con un trapecista de baja cama y altos vuelos, decidió por una vez en su vida hacer lo que le venía en gana y, abandonándolo todo -incluído el trapecista-, buscarse la vida actuando como ilusonista en un circo de poca monta. No le costó demasiado; estaba más que acostumbrada a tratar con payasos y fieras.
2 comentarios:
"El payaso lloró bajo la pintura, borrando así el color con que dibujó horas antes, la perfección de la alegría." Y colorín colorado....
Buena anecdota y mejor la forma de contarla...es el amor....un abrazo.
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