miércoles, 14 de julio de 2010

Las ruinas sin umbrales



“Cae fina la lluvia…”

Triana
No queda ya un lugar para nosotros
En esta hostil ciudad ruinosa y muda,
Poblada de infortunios y fantasmas.
Te busco desde un alba imaginada,
Apresurado y trémulo en sus calles,
Bajo una fina lluvia que percute
Aguda y corrosiva en mis pupilas,
Ya pétreas por la sal que las embarga;
Las sombras y el silencio son el báculo
Que apoya el deambular de mi impotencia,
Y, herido por tu falta, en mi memoria
Resuena degollado, devastándome,
El Himno a la Alegría de Beethoven:
Sarcasmo en el recuerdo insoslayable
Que anega sin cesar de sed mis cauces,
Vedado como tengo aproximarme
Borracho de entusiasmo a tu santuario;
Qué infame es despertar de un sueño alado
Y ser ya eterno esclavo del abismo.
Después, cuando el ocaso trae la noche,
Arcángel abatido desde un cielo
Que sólo fue un celeste mal pintado,
Me oculto en las cloacas, desquiciado,
Tratando de olvidar que el firmamento
Que aplasta la urbe, atroz, no tiene estrellas
Que puedan alumbrar con sus destellos
Los cursos hacia el son de otro horizonte.
En esta cruel ciudad nocturna y yerma,
Sin árboles, alondras ni otra aurora,
Ni una mirada pútrida y reclusa
Al borde de la infecta alcantarilla
Supone una frugal visión del mundo:
No es más la sumisión que unas pupilas
Mudadas polvo yerto y macilento
Tratando de mirar sin fe una rosa
Que nunca germinó en invernaderos
Ni sótanos, etérea y claustrofóbica.
No queda ya un lugar para acogerme
Al margen de este gélido subsuelo
Que me ata como tumba a sus penumbras,
Debajo de unas ruinas sin umbrales
Que puedan mitigar mi agorafobia.

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