viernes, 28 de marzo de 2008

El principio


El hombre, una vez más, había tenido un mal día. Absorto en sus pensamientos vacíos, y sentado solo frente a un café aguado en aquel lúgubre bar de carretera, la madrugada, oscura y lluviosa, iba sepultando sin misericordia sus ultimas esperanzas y arrancándole, con la precisión torturadora de un dentista nazi, las pocas ganas de vivir que, a duras penas, aún conservaba.


Una muchacha joven y con una enorme tristeza sin cicatrizar en su rostro, acompañada únicamente por el estridente chirrido metálico sin engrasar de la puerta y por las gotas de tormenta que caían de su pelo caoba, entró entonces quebrando por un instante la soledad y el ruidoso silencio que, a borbotones, salía de la máquina de moler café. Pidió una copa de aguardiente y se sentó en el extremo opuesto del local.


El hombre tomó la taza en sus manos temblorosas de frío y desaliento y se le aproximó atravesando aquel inmenso desierto de mesas repletas de vasos y platos sucios y servilletas de papel manchadas y arrugadas como atormentadas almas de usar y tirar en el Purgatorio.


- Hola ¿te importa que me siente contigo a terminar el café? Es sólo por charlar un rato, por no estar solo.


La muchacha alzó sus ojos húmedos y rojos de lágrimas tan recientes, lo miro fijamente y, sonriendo, con dulce amargura le dijo:


- ¿Sabes? Creo que no es un buen momento. Además, soy puta.


- Y yo matemático.


Fue el principio de una íntima amistad.


Febrero de 2005


1 comentario:

Anónimo dijo...

Es lógico, qué tiene que ver la profesión con los sentimientos a pesar de todas las connotaciones que le queramos añadir.
Hablando de putas. Sé que son frases hechas y yo también las digo pero ¿deberíamos tener en cuenta ciertas intolerancias del lenguaje? Me refiero a las veces que referimos..."hijo de puta" o "puta" a secas. Aunque también decimos "qué cabrón", pero no es lo mismo ¿verdad?
Bonito relato.
Un beso, grandote