Los argumentos ad hominem (como, por ejemplo, acusar a quienes piensan diferente de ignorantes, sectarios, seguidistas o de albergar malas intenciones, a fin de desacreditarlos y tratar así de tirar por tierra sus planteamientos y opiniones), a los que son tan propensos los pseudo intelectuales totalitarios henchidos de odio y ansias patológicas de administrar pavorosos castigos a todos aquellos que no comulguen con sus particulares visiones del mundo, descalifican siempre a quienes los profieren y no a aquellos hacia quienes van dirigidos. Los argumentos ad hominen, hacia cuyo abuso muestran una predisposición casi psicopática esas personalidades adictas a la provocación y a situarse en todo momento por encima del bien el mal, son en todo punto incompatibles con el diálogo, y los que los esgrimen, siempre con ánimo hiriente, únicamente buscan imponer a cualquier precio y con cualquier método las opiniones propias. El fin, un mal fin, justificando aun peores medios. Argumentos ad hominem, ese cáncer violento en la médula espinal de la comunicación, entendida ésta como germen de la prosperidad y el buen hacer de las sociedades humanas. Los que los usan sin tregua ni un mínimo de recato, serían dignos de lástima de no ser tan sumamente peligrosos para la concordia y los derechos y libertades de los pueblos. Mala gente que camina y va apestando la tierra. Que os folle un pez d'espá.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
1 comentario:
De éstos está lleno el patio político, a rebosar
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