miércoles, 31 de enero de 2018

Juan Palomo y el toisón


Lo del toisón de oro
es algo parecido
a lo de Juan Palomo.
Porque a ver qué puñetas
habrá podido hacer una chiquilla
con sólo doce años
para que se le otorgue
una insignia que premia
conductas, en teoría, meritorias
que son propias de adultos.
Y digo meritorias en teoría
porque entre los premiados
ha habido algún que otro
sujeto cuyos méritos
han sido pisotear los derechos humanos,
tratar a la mujer
peor que a los animales
o ejecutar a opositores a su régimen
a puñados. No estoy
hablando de Maduro,
Muamar el Gadafi o Fidel Castro;
hablo del anterior
rey de Arabia Saudí,
amigo personal de Juan Carlos I.
También se ha concedido a otros monarcas,
sobre todo a monarcas,
muchos de ellos Borbones; Juan Palomo.
Pero, a su corta edad, por qué a Leonor.
Qué habrá hecho la chiquilla, qué pecado
le habrán atribuido
para que se le otorgue
la misma distinción que al opresor
de la casa al Saúd.
Ser hija de, supongo; Juan Palomo.
Qué institución la monarquía
-ahora hablo en general- tan endogámica,
inútil y anacrónica,
tan antidemocrática y costosa.
Y no hablo, que también,
del coste monetario -inciso:
cincenta mil pavos del ala
el dichoso toisón.
Estoy hablando de ética, igualdad
y de lo ignominioso que resulta
el hecho de que existan privilegios
-por ejemplo, el toisón-
y aún más que estos existan
por derecho de sangre
o el capricho de aquel que los concede.
De manera que, visto lo visto, no se extrañe
nadie si cualquier día de estos se le concede
el dorado toisón de los Borbones
-habrá de permitírseme esta broma-
a Carles Puigdemont o a Juan Palomo.

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