lunes, 22 de enero de 2018

Buque insignia


Hasta Huelva ha llegado el buque insignia
de la armada española
y se ha montado un pollo de dos pares de huevos.
Decenas, centenares, ¡pero qué estoy diciendo!,
millares de onubenses
guardando cola a objeto de, con suerte,
poder peregrinar en romería
pagana hasta el santuario
de nuestros aguerridos y patrióticos
soldados de alta mar.
La mayoría se han quedado en tierra,
pero vuelven sonrientes por el deber cumplido,
que, en cosas de este tipo, lo importante
es demostrar espíritu
patriota aun sin llegar
a besar la bandera o las manos del santo.
Yo, en cambio, he preferido dedicarme,
sin salir de mi barrio, a otros asuntos
este fin de semana:
un trote cochinero con mis perras
por la mañana y luego
cervecita y lectura —Eladio Orta.
Y, por la tarde, siesta.
Y, en fin, a reservarme, por ejemplo,
para, el día que venga a recitar
un buen poeta a Huelva,
acudir a escucharlo. Aunque esto sea
mucho más aburrido, según dicen,
que visitar un buque de la armada.
Pero nadie osará negar que el tema
de la poesía tiene sus ventajas.
Por citar una de ellas,
no hay que hacer nunca cola.

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