lunes, 15 de mayo de 2017

Hogar, dulce hogar, los paisajes domésticos (12): La Villa Santa Ágatha, residencia habitual del compositor italiano Giuseppe Verdi (1864-1894). (Carlos Parejo)


Me despierto de madrugada escuchando en mi cerebro con los sones que me faltaban para ese tramo de ópera. Descorro las cortinas, me pongo la bata y las pantuflas y me siento en la butaca estilo imperio. Escribo y anoto en las partituras las notas correspondientes a la melodía soñada. Al amanecer, tras sorberme lentamente un negro café, las reproduzco al inmediato piano y, mientras las voy tecleando, hago correcciones. En el techo de la habitación dormitorio-estudio están pintadas las musas griegas de la música. Parecen otorgarme su beneplácito a lo que oyen. Me ensueño en una salva de aplausos en el teatro de la Scala el día del estreno. Y así, durante horas no paro de componer, agitado por una gran emoción nerviosa. A mediodía me voy a a pasear a los jardines de mi villa. La vista de sus flores y arboledas y el ejercicio físico van relajando mis músculos. En una rotonda me siento en un banco para deleitar la vista con un estanque donde patos y peces me observan mientras juegan a ser animales con total tranquilidad. Tras el almuerzo me hecho la siesta y recibo para tomar el té a mis invitados en el elegante salón rosa, decorado con cuadros de pintores afamados como David, Tintoretto, Rafael o Tiépolo En las tarimas reposan algunos jarrones y porcelanas orientales que ponen el toque exótico al ambiente. Hace poco he dorado y tapizado las butacas y sofás de seda y terciopelo verde, con los ingresos de mi última obra. La independencia de Italia de los austriacos acapara las discusiones de la velada, sugiriéndome nuevas ideas. Luego me divierto jugando al billar o leo los periódicos y algún libro en mi biblioteca. Voy preparando mentalmente la continuación de la ópera, recordando las contingencias del día. Escribo nuevas anotaciones en mi estudio y las compruebo al piano. Me acompaña Giuseppina, bien cantando las arias, bien tocando el piano a cuatro manos. Antes de dormir nos damos un nuevo paseo por los jardines y observamos el cielo estrellado y el curso de la luna en el escenario celeste. Mis creaciones no son más que armonías de emociones humanas influidas por el reino de la naturaleza.

(¢) Carlos Parejo Delgado

3 comentarios:

Vivian dijo...

Vaya vida la suya! ¿Me puedo mudar? Prometo no interferir en sus caminatas por los bellos jardines, ni usar la butaca estilo imperio.
Seré silenciosa!
Ay, me voy a armar las valijas.
Muy buena la descripción, parece que estoy ahí, puedo ver cada detalle.

Besos

ralero dijo...

Viv, podríamos montar allí una muy lujosa comuna libertaria.

Besos.

Anónimo dijo...

Un poco de respeto a Verdi y Giuseppina, por favor