Alfredo
-con 54 primaveras que, de súbito, se habían mudado hacía ya demasiado
en crudos inviernos de limosna e intemperie a golpe de ERE parido por la
evasión de capital a paraísos fiscales-, tratando de cumplir con los
preceptos legales que le diesen derecho a percibir una mierda de
subsidio de manos de un severísimo y manirroto padrastro Estado, se
encadenó a la pata de la mesa del director del INEM de su barrio. “VUSCO
TRAVAJO. Y no me iré de aquí asta pasado un mes pa demostrarlo” -rezaba
la pancarta de la que se acompañaba. Ahora Alfredo es feliz en el penal
de El Puerto; “Al menos, cuando salga de aquí -piensa-, tendré derecho a
la prestación por desempleo”.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
1 comentario:
es un relato con un final un poco raro
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