domingo, 20 de febrero de 2011

Cosmo(a)gonía II


La eternidad
no existe;
no es más que el ansia estéril
por un tiempo infinito, ilimitado
-sinónimo de dios y trascendencia-,
corriendo sin cansancio en los relojes.
El tiempo es un concepto
vacío, una entelequia,
un convencionalismo
-antídoto precario contra el vértigo-
urdido por los hombres que requiere,
para fingir su esencia,
que existan mutación y movimiento,
un ser vivo naciendo,
brotando, marchitándose, muriendo;
los ciclos de los astros,
las fases de la luna,
las mareas;
verano, otoño, invierno,
primavera;
la noche, los crepúsculos, el día;
el agua erosionando la piedra sin conciencia.
No existe un ser supremo
que pueda darle cuerda al Universo,
ni a este útero asombroso, flor de un día,
que acoge nuestro pánico al vacío,
a ese erial, quedo, oscuro, mudo y frío
que aguarda ineluctable al fin de la carrera.
El todo es el ahora, el hoy. Lo eterno
lo huero, lo inconsciente,
la nada,
nuncasiempre.

Fotografía: Silvia Corvalán.

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