El útero del miedo se abre estéril
Y engendra con el verbo amordazado
La pútrida simiente del poema.
Oh, súcubo asfixiante, dame fuerzas
Para este coito atroz, voraz y estólido
Transido de añoranzas y cadáveres;
No dejes que las llagas cicatricen
Borrando con la sangre el grito herido
Que acusa, en su injusticia, a la impotencia;
Prolonga con tus sombras la agonía
De este éxtasis letal que, devorándome,
Da a luz al monstruo inerme del poema.
1 comentario:
No sé qué se experimentará cuando de
lo más profundo emerge el poema, pero , al leerte parece que es algo muy intenso, una especie de posesión deseada que uno quiere y no quiere que desaparezca
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