Año 1755. El objeto más venerado de la calle Castilla es la imagen del Cristo de la Expiración (año 1682), al que tenemos gran devoción todos los gitanos de las míseras chozas del barrio del Zurraque, esa barriada rural entre la calle Castilla y la Vega. Se llama así porque el imaginero Ruíz Gijón talló -sobre cedro de Flandes- un Cristo crucificado que tiene como modelo el rostro de un gitano. Un gitano treintañero y amante del cante jondo, que tenía ese apodo. Y lo hizo en el preciso momento de expirar allí delante de la ermita, tras una reyerta. Le sirve de contrapunto la imagen delicada, tierna y recatada de la Virgen del Patrocinio, a la que apodan la “Señorita de Triana”. De ella se cuenta que fue encontrada dentro de un pozo en que la escondieron los cristianos en tiempo de los moros. Estas imágenes se sacan a la calle para las rogativas por las sequías, inundaciones y pestes que asolan periódicamente el barrio de Triana. La Hermandad de penitencia realiza su estación de penitencia en la Semana Santa al Monasterio de la Cartuja o la Parroquia de Santa Ana, pues cruzar el puente de barcas, por su fragilidad y cimbreo, se convierte en un camino peligroso hasta la Catedral Metropolitana.
Sin embargo, las familias de la calle Castilla tienen otra imagen devota que, ante la desigual competencia del reciente crucificado del Cachorro, sustituyó a la anterior (año 1685). Es la del Cristo Nazareno que sale de la parroquia de la O, al que denomina la gente como el “jorobadito” de Triana, por su disposición encorvada. Todo el dramatismo de la mirada del Cachorro se vuelve aquí semblante sereno y dulce mirada.
(¢) Carlos Parejo Delgado
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