Las declaraciones de Antonio Banderas hace unos días en el programa de Pablo Motos han levantado pasiones. Y es que el malagueño, echando mano de la demagogia y de unas supuestas encuestas según las cuales la aspiración del 75% de los universitarios andaluces encuestados no es otra que la de ser funcionario, en tanto que idéntico porcentaje de universitarios estadounidenses se decanta por el emprendimiento para ser así dueños de sus propias vidas, concluye que “con un 75% de gente que quiere ser funcionario no se hace país, se hace país con la gente que se la juega”. Manifestaciones que reciben de inmediato un tan abominable como estólido aplauso por parte del público.
Porque para analizar y comparar las realidades de dos países tan disímiles, es preciso tener muy en cuenta las diferencias de contexto entre ambos. Hay que tener en cuenta que España lleva décadas siendo saqueada por sus próceres patrios, saqueo que no acabó con la Dictadura y cuyo último episodio hasta la fecha es el del reciente escándalo de los papeles de Panamá. Hay que tener en cuenta que la generación más preparada de toda nuestra Historia se está viendo abocada al exilio porque en España, a causa de ese largo y generalizado saqueo, no encuentra oportunidad alguna de futuro. Hay que tener en cuenta que en tanto la tasa de paro en Estados Unidos se sitúa en la actualidad por debajo del 5% de la población activa, la de Andalucía, según la EPA, está próxima al 30% y la de España por encima del 20.
Escuchando a Banderas no puedo evitar recordar “Apología y Petición”, ese maravilloso poema de Gil de Biedma. Y no me cabe duda alguna de que el actor, que no analista político, es de los que piensan que “nuestra famosa inmemorial pobreza, / cuyo origen se pierde en las historias / que dicen que no es culpa del gobierno / sino terrible MALDICIÓN de España, / triste precio pagado a los demonios / con hambre y con trabajo de sus hombres”. Es decir, según Banderas, es el pueblo español, por su indolencia y falta de iniciativa, el único culpable de todos sus males.
Frente a esa actitud, yo prefiero quedarme con las últimas estrofas de “Apología y Petición”, esas que llevan a Gil de Biedma a querer “creer que nuestro mal gobierno / es un vulgar negocio de los hombres / y NO UNA METAFÍSICA, que España / debe y puede salir de la pobreza, / que es tiempo, aún para cambiar su historia / antes que se la llevan los demonios.” Porque quiero creer con el poeta “que no hay demonios”. Que “son hombres los que pagan al gobierno, / los empresarios de la falsa historia, / son hombres quienes han vendido al hombre, / los que le han convertido a la pobreza / y secuestrado la salud de España.” Y porque, con el poeta, “pido que España expulse a esos demonios. / Que la pobreza suba hasta el gobierno. / Que sea el hombre el dueño de su historia.”
Porque se hace país con el pueblo, apoyando al pueblo, y no criticando de manera malintencionada e interesada o, en el mejor de los casos, indocumentada, a unas clases obreras que se han visto abocadas a la miseria y el desempleo por décadas de mal gobierno. Décadas de gobiernos dedicados de manera sistemática a vender España al mejor postor y a saquear a las clases populares para favorecer los intereses de la oligarquía patria de banderita tu eres roja, banderita tu eres gualda y cuentas opacas en paraísos fiscales.
Sí, yo soy de los que quieren que los hombres —ya aspiren a ser funcionarios, ya al emprendimiento―, y los pueblos de España expulsen a los que han secuestrado su salud para, de este modo, tratar de ser los guionistas y protagonistas de su propia historia. Pero esto, que a estas alturas ya es difícil de por sí, será casi imposible mientras que declaraciones como las de Banderas levanten pasiones entre las gentes de España.
1 comentario:
Antonio Banderas viene con sus millones y emprende en varias empresas innovadoras entre besuqueos de la Junta de Andalucía y otros poderes fácticos, y le va bien. Peroel recien licenciado o el autónomo cincuentón no encuentra una puta fundación privada que le ayude en cualquier estudio o investigación, porque estas empresas se han llevado los beneficios al ladrillo o a paraísos fiscales
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