y me encontró rendido
de cansancio —dormido—
de tanto andar buscándola
a tientas entre folios
en blanco y el reuma
que anega con sus aguas
negras el laberinto
que habito y que en su día
fuese un fanal mostrando
las puertas del Parnaso.
Me dejó en la mesita
de noche una lacónica
nota de despedida:
“Adiós”. Y ahora cómo
hago para encontrar
a solas la salida
o al menos escribir
un poema cauterio
que en su compás serene
la arritmia desbocada
del corazón, mi pobre
corazón roto por
su adiós sin hasta pronto.
Ilustración: John William Godward
1 comentario:
Las musas vienen y van, y acaban apareciendo cuando las buscas
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