¡Sevilla ciudal acogedola y soleada¡, les dijeron miles de compatriotas. Y desembarcaron con esta ilusión en Santa Justa, AVE vía Madrid enlace cercanías Aeropuerto de Barajas.
Extrajeron 20 euros del cajero automático de la estación y se subieron al autobús urbano. La pareja no tenía ni papa de español ni de ingles, e iba todo cargada de bártulos, cámaras fotográficas y un GPS. El conductor les hizo una señal negativa con los dedos, quería decir: ¡No cambio billete¡
Se miraron extrañadas y remiraron el billete por todas partes a ver si era falso o de otro país. Los restantes pasajeros las impulsaron desabridamente hacia la plataforma central. El conductor frenó en la siguiente parada y les abrió la puerta, volviéndose con una nueva señalética dáctil: ¡A bajarse, ya¡
Un sudor frío poseyó a las dos japonesitas, al verse remiradas con hostilidad por todo el pasaje. Afuera, cuarenta y cinco grados y la marquesina del bus a pleno sol. Un sevillano no practicante se apiadó de ellas. Les picó dos viajes en su menguada bono tarjeta. Algo debieron de entender ellas, pues le ofrecieron, acto seguido, dos plátanos en plan cambalache de tribus primitivas. El resto de viajeros y el conductor respiraron, quizás aliviados en su mala conciencia por su desamparo, indiferencia y rigidez moral hacia las dos desvalidas e ignorantes japonesitas.
(¢) Carlos Parejo Delgado
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