Las adicciones virtuales crecen sin cesar. Jorge Ángel os va a ser sincero: Ya casi no juega en la calle sino a través del ordenador. Miles de muchachos como yo compiten en ligas virtuales de videojuegos deportivos, ya sean fútbol o baloncesto, encerrados en sus habitaciones. Las chicas prefieren escuchar las novedades musicales de YOUTUBE y chatearse mensajes breves e intrascendentes, es el nuevo cotilleo virtual. Ambos, casi sólo nos comunicamos con los viejos -perdón, los padres- a la hora de cenar. El mundo virtual, con sus apariencias de plena libertad, va sustituyendo a la experiencia real de nuestras vidas.
El género epistolar en papel, con el que se aprendí a escribir desde la infancia, me resulta una rareza de museo. El buzón de mi correo postal sólo se llena con prosaica publicidad, facturas y recibos.
Y cuánto cuesta ahora escribir, teniendo que descargar continuamente actualizaciones de programas informáticos. Éstos marchan tan imparables como mi cuasi-analfabetismo del que, a veces, me arrepiento. Deletreo sólo un pobre sucedáneo de mi propia lengua, calculo que comprendo menos del uno por ciento de los vocablos del diccionario de la Academia Española. Un joven como yo logra llegar a la mayoría de edad sin apenas haber leído diez libros.
Pero, eso sí, estoy familiarizado con todo tipo de cookies y abreviaturas de palabras de los SMS cotidianos. Escribo cada vez más parecido a como lo haría una máquina.
(¢) Carlos Parejo Delgado
No hay comentarios:
Publicar un comentario