Cuando hubo madurado,
más que por sus maestros, por los
años,
preguntó por su padre.
“Tu padre está en el cielo” -le
dijeron.
(Fue cuando comprendió que había
nacido,
había malvivido y moriría
abandonado y huérfano)
“¿Debo inferir entonces -respondió-
que sólo soy un pollo?”
Y acto seguido apostató por siempre
de cuentos y cuentistas anestésicos
y sus babas viscosas y seráficas.
Ilustración: Convesión de San Pablo,
de Peter Paul Rubens.
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