A veces las palabras se desbordan,
me anegan todo, empapan
el papel con su tinta
seminal y promiscua,
igual que un frente atlántico en
noviembre
sacando de su cauces a los ríos
y mudando en océano los pagos de
labranza.
Otras veces,
en cambio,
la palabra se muestra
como esa nube insólita de agosto
que pasa indiferente y cicatera
al fuego cereal de las campiñas,
y el agua que, recóndita,
se aloja en lo profundo,
lejos de las raíces y la sed de los
hombres.
Es cuando escarbo,
por no morir sediento, a uñas y
dientes,
la costra dura y seca del lenguaje,
buscando sus migajas debajo de la tierra.
2 comentarios:
El hombre necesita la palabra creativa para alimentar el pozo de su espíritu y el agua de lluvia para cuidar la superficie de su cuerpo
mientras no se queden a medias tintas bienvenidas sean, y que sean cura y cicatriz
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