lunes, 28 de mayo de 2012

La luz en la ciudad. Una relectura de la antología de Luis García Montero “Poesía Urbana (1980-2002). Madrugeando (y III) (Carlos Parejo)


El ciudadano busca para la madrugada las calles y plazas donde haya una fila de bares abiertos: Son un hervidero de gente que, con el buen clima, ocupa todas las aceras. Los coches en doble fila aguardan a sus dueños con la impaciente nerviosidad de sus luces intermitentes. Las luces inmóviles y crueles de las hamburgueserías y cafeterías permiten que sus clientes se desfoguen de sus tormentos cotidianos mientras comen, beben y charlan en alta voz, por encima del sonido de los televisores y aparatos de música. Para los más noctámbulos hay siempre algún recinto cerrado e insonorizado –una discoteca o un pub- donde vivir a su aire, con la compañía de su tribu urbana y su música preferida. La noche se recrea allí en forma de paraíso artificial. El ambiente oscuro está mínimamente iluminado, focos multicolores e intermitentes giran caprichosamente sobre sus cabezas, siguiendo el ritmo de la música y los sumergen en un mundo que se sueña despierto.

En los espacios abiertos de la ciudad hay durante la madrugada un gran número de artefactos noctámbulos. Además del alumbrado público, los vetustos monumentos civiles y religiosos nunca duermen. Parecen condenados a un insomnio eterno. Tampoco lo hacen los cajeros automáticos, ni las marquesinas de los autobuses, ni los expendedores de cualquier servicio. De todos estos letreros luminosos los que ponen la nota de optimismo, son, sin duda, los que nos invitan a vivir mejor y olvidarnos de nosotros mismos. Y nos imaginamos que nos ha tocado la lotería y veraneamos en países exóticos, o que nos sentamos en la alcoba junto a ese guapo o guapa modelo, que usa tal o cual perfume embriagador, y nos hace fiel compañía mientras esperamos, en la parada, la llegada del autobús. 

© Carlos Parejo Delgado

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