domingo, 27 de mayo de 2012

Confesión


Escribo, escribo. Escribo a borbotones, como una arteria hastiada desangrándose sobre un trémulo charco en que el reflejo del cielo es un hostil fuego celeste. No obstante, cada verso, cada palabra gris, cada silencio, responden a un proyecto de proyectos, conscientemente siempre inacabados. Así me ato a la vida, me ayudo a contener la tentación de, extático, poner punto y final a este insufrible tránsito en que el barro del verbo se encarnó por accidente. Si un día cierro el círculo del cántico, este himno funerario con tu nombre, será para cerrar después los párpados (y que tenga la suerte de que, fúlgida, la muerte me contemple con tus ojos).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Emulo de Lope de Vega, que decía a sus amigos que no podía vivir sin escribir, al menos, 20 cuartillas al día

erato dijo...

Qué maravilla! No cierres nunca ese cántico que a tantos nos hace deslizarnos por la viscosidad de los días.Besos