miércoles, 11 de diciembre de 2013

Invictus (Agustín Casado)

“Out of the night that covers me,
black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
for my unconquerable soul.
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
my head is bloody, but unbowed.
Beyond this place of wrath and tears
looms but the Horror of the shade,
and yet the menace of the years
finds, and shall find, me unafraid.
It matters not how strait the gate,
how charged with punishments the scroll.
I am the master of my fate.
I am the captain of my soul.”

Perdón pido humildemente
por semejante osadía(*),
si queréis, por la manía
de creer sinceramente
que traducir la poesía
es empeño tan carente
de sentido, tan demente,
como si intentara un día
con palabras simplemente
contar una sinfonía.
Mil disculpas pediría
al autor primeramente,
William Henley, eminente
poeta que volvería
feliz al hoyo yacente
si resucitando un día
escuchara esta herejía,
el horror, la tropelía
que comete este imprudente.
Y después a los oyentes:
a aquél que en inglés no pía
y escuchando esto paciente
se ha quedado en la “inopía”,
es decir, la mayoría,
y al que sí, precisamente
porque del galimatías
perpetrado es más consciente.
Excusas quiero igualmente
presentar si tonterías
de las habituales mías,
ni gracietas ocurrentes
aquí halláis; esto hoy sería
más que nada improcedente.
He querido humildemente
rendir franca pleitesía
a un espíritu valiente
a quien todos estos días
ensalzan con letanías
de lo más incoherente,
pues desde la cobardía
de este pancista “far niente”
contemplamos indolentes
como toda esta jauría
impone la satrapía
de otro apartheid indecente
en el cual la economía
dicta que es blanco el pudiente
y negros los indigentes.
Cómo de blanco sería
el capital prepotente
que incluso la guarrería,
su negritud pestilente
de dinero blanquearían.
Los bancos su detergente.
Rendidos a la sangría,
entre el miedo y la apatía
dejándose hincar el diente
con diurna alevosía
por estos muertos vivientes,
henos todos, pobre gente,
cantando la bizarría
del Mandela resistente,
su tesón y su porfía,
los cojones que tenía...
Imitarlo es diferente.
Quizás sea por simpatía
del recuerdo aún reciente
de que nos cambió la suerte
en Sudáfrica aquel día
que La Roja de Vicente
enseñó al que no sabía
que tal país existía.
Resulta el fútbol docente
para aprender geografía
y aquella tierra y la mía
son ya amigos para siempre.
Antonio Machín sería
el único precedente,
ángeles negros al frente,
que esta España minga fría
recuerda cual disidente
de la racista teoría
de que hay dos categorías,
nosotros y los de enfrente.
Y por último querría
dejar escrito y patente
mi desprecio irreverente
para con la hipocresía
de este hatajo de dementes,
de la blanca oligarquía,
de según qué señorías
que su pésame doliente
fariseos emitían
por este negro majete
para al minuto siguiente
con legal alevosía
de esas siniestras “gillette”
coronar la celosía
que no para la estampía,
concertinas de la muerte.

No se traduce un poema,
porque en eso hemos quedado
pero su significado,
su sentido y su esquema
no tengo el menor problema
en sacármelos del pecho
y ofrecerlos como prueba
porque imagino y sospecho
que estos versos son la muestra
cómo a diferencia nuestra
qué cercanos en Mandela
son la palabra y los hechos.
“Invictus” prendió la vela
así en corto y por derecho:
“Más allá de la noche que me cubre,
negra como el abismo de polo a polo,
agradezco a cualesquiera que sean los dioses
por mi alma inconquistable.
En las feroces garras de las circunstancias
ni me he inmutado ni he gritado.
Bajo los contundentes golpes del destino
mi cabeza sangra pero no se inclina.
Más allá de este lugar de espanto y lágrimas
yace el horror de las sombras,
pero la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa qué estrecha sea la entrada
ni cuán cargada de castigo la factura.
Yo soy el dueño de mi destino,
Yo soy el capitán de mi alma.”

(*) (En la versión radiofónica voy a tener el cuajo de leer el enorme poema de Henley. Ni el mentado ni Sir Lawrence Oliver me lo tengan en cuenta)
Texto e ilustación: Agustín Casado

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy sentido y perpicaz homenaje. Pero el blanco no siempre tiene el mismo significado. A los ángeles se les viste de blanco, símbolo de pureza, y en China es señal de luto.