domingo, 29 de diciembre de 2013

La fiebre del oro

Presumía de tener nervios de acero. Y se pensaba a salvo. Buena moneda de cambio –se decía a menudo– con la que hacer frente a los tiburones del asfalto, los mercachifles de la oscuridad, trileros hematófagos que comerciaban jugando siempre a su favor con la dignidad y la esperanza ajena, vendedores de humo. Y de repente, números rojos. Y paredes blancas acolchadas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Del verbo corromper, dícese en España, de especie frecuente de mamífero humano: político corrupto.