sábado, 21 de septiembre de 2013

Síndrome (Agustín Casado)

Hasta el gorro del verano
y de alertas de colores
que advierten de los calores
y de que niños y ancianos
sufren más de los rigores
del termómetro africano,
y de que venga un fulano,
descubra el Mediterráneo
y sabihondo te asesore
de que tengas siempre a mano
para que el sol no te insole
agua fresca, parasoles,
un bañata hawaiano
y una camisa de flores.
Hasta el gorro del verano,
harto de ritmos cubanos,
de salir buscando amores,
de ver en la tele un plano
de ese Ganges hasta insano
de una playa hasta los topes.
Hasta el gorro del verano,
de balconing y de atascos,
de los polos de sabores,
de la paella con ardores,
de los bíceps de gimnasio,
hasta arriba tatuados,
de la siesta y sus sopores,
de disputar el espacio,
de que todo va despacio,
de sobacos con sudores.
Hasta el gorro del verano,
de los líos de palacio,
entre iñakis y borbones,
y de los luises cabrones,
de comunicados vanos
de este hatajo de ladrones
a los que faltan cajones
en que ya meter la mano.
Talmente hasta los cojones,
ya les digo, de verano;
por mí pueden irse al guano
photo calls y otros tablones,
el glamour de los salones
el posado y el robado,
que pa’robos los tirones.
Harto estoy, que ya me he hartado
de viajar como ganado,
del drama de los vagones,
de Ryanair y sus aviones,
de la juerga y los follones
del vecino de aquí al lado,
de festivales ramplones,
(jo, tío, cómo te pones),
de montes achicharrados,
de cenas que se supone
destinan lo recaudado
a un plato de macarrones
para los desheredados
mientras ellos se han trincado,
epicúreos glotones,
lo mejor de los fogones,
cuatro platos, postre, helado,
y en el Hola retratados
de la caridá campeones.
Hasta el gorro del verano,
de mis parientes gorrones,
que me vienen, se supone,
porque salgo más barato,
cama, coche, ducha y plato,
que en hoteles y pensiones.
Hasta el gorro del verano.
Dicen las informaciones,
y yo que me alegro tanto,
que cumplió las previsiones,
que han venido no sé cuántos
y que ya es menos el llanto,
y menos de seis millones,
y que se den con un canto
en los dientes los llorones
que ya ven que las gestiones
buenos frutos vienen dando:
Treinta y uno entre botones,
camareros, recepciones …
del paro hemos rescatado.
Treinta y uno, algo es algo.
Hasta el gorro del verano.
Pero como ocurre siempre
ya por fin llegó Septiembre
cuando Agosto ha terminado.
Y no hay ya nadie que tiemble
por el síndrome chalado
del regreso y vuelta al tajo.
Qué chorrada del carajo;
un psicólogo eficiente
pa’consolar a la gente
que tenga el ánimo bajo.
No hay psicólogo, se siente,
que lo hemos mandado al paro.
Fría de sudor la frente
te castañetean los dientes
si a la vuelta del sombrajo
ves tú que no solamente
el psicólogo eficiente
se ha quedado sin trabajo.


Texto e ilustración: Agustín Casado

1 comentario:

Vivian dijo...

Jaja. Muy bueno, yo estoy hasta el gorro del invierno (y los gorros)
Que venga para acá el verano, prefiero ser una lagartija al sol.
Beso