Según aparece en diversos medios, el Congreso de los Diputados se está planteando solicitar la realización de un estudio al Gobierno para "conocer en detalle cuál sería la incidencia económica global de un posible cambio de huso horario en España y de una racionalización de los horarios laborales, para favorecer la conciliación de la vida familiar y laboral”. Y es que nuestros sesudos y abnegados políticos andan dando vueltas a este asunto por los, según parece quieren hacer que pensemos, nada despreciables beneficios que tal medida tendría sobre la calidad de vida de los españoles. Porque, aparentemente, para los próceres patrios y aquellos que los asesoran en tan trascendental asunto, el revolucionario cambio acabaría con el casi apocalíptico desfase que nuestros horarios mantienen en relación con los ritmos solares, los cuales, según una visión muy restrictiva de los ritmos naturales, vienen regulando desde siempre los usos y costumbres del ser humano. Con el cambio, por tanto, acabaríamos con una abominable anomalía horaria y ganaríamos tiempo para la vida.
En cualquier caso, no seré yo quién ose discutir a los expertos los beneficios de una correcta adecuación de los ritmos de la vida del ser humano no ya a los del curso solar, sino a los propios de la Naturaleza. Pero lo que es absolutamente inadmisible es comulgar con la rueda de molino de que, tras el cambio más o menos en ciernes, el astro rey pasaría a regir más adecuadamente los tan trastornados biorritmos de los españoles desde que a principios de la criminal Dictadura de Franco se decidiese ajustar el horario patrio al de la Alemania entonces nazi.
Porque, seamos serios, esa supuesta armonía entre los ritmos naturales y los de la vida humana hace ya mucho que pereció sacrificada para mayor gloria de la acumulación de capitales. En este sentido resultan notoriamente esclarecedoras las acertadas reflexiones que en su día formuló Lewis Mumford al respecto.
En "Técnica y civilización" nos dice: "El reloj (mecánico), no la máquina de vapor, es la máquina-clave de la moderna edad industrial (...) El reloj (...) por su naturaleza esencial disocia el tiempo de los acontecimientos humanos y ayuda a crear la creencia en un mundo independiente de secuencias matemáticamente mensurables: el mundo especial de la ciencia (...) En términos del organismo humano mismo, el tiempo mecánico es aún más extraño: en tanto la vida humana tiene sus propias regularidades, el latir del pulso, el respirar de los pulmones, éstas cambian de hora en hora según el estado de espíritu y la acción, y en el más largo lapso de los días, el tiempo no se mide por el calendario sino por los acontecimientos que los llenan (...) Cuando se considera el tiempo, no como una sucesión de experiencias, sino como una colección de horas, minutos y segundos, aparecen los hábitos de acrecentar y ahorrar el tiempo. El tiempo cobra el carácter de un espacio cerrado: puede dividirse, puede llenarse, puede incluso dilatarse mediante el invento de instrumentos que ahorran el tiempo. El tiempo abstracto se convirtió en el nuevo ámbito de la existencia. Las mismas funciones orgánicas se regularon por él: se comió, no al sentir hambre, sino impulsado por el reloj. Se durmió, no al sentirse cansado, sino cuando el reloj nos exigió (...) El moderno sistema industrial podría prescindir del carbón, del hierro y del vapor más fácilmente que del reloj."
Así, la medición y compartimentación del tiempo al servicio del productivismo y no de la vida terminó por disociar completamente y hasta la fecha los ritmos naturales de los de la vida del ser humano. En este sentido, qué duda cabe, el reloj es también un instrumento que nos encadena a la maquinaria capitalista. Así que, mucho me temo, más en el actual contexto en el que todo hace pensar que los estamentos del poder operan con la intención de hacernos transitar por la vía involucionista que conduce a la reinstauración del esclavismo, esta nueva vuelta de tuerca al tiempo en España con el huso horario como protagonista, más que concedernos tiempo y conciliar la vida laboral con la familiar, es probable que pretenda todo lo contrario: robarnos un poco más de nuestro tiempo y de nuestras vidas para ponerlos una vez más al servicio del capitalismo en esta nueva fase esclavista en la que ya comenzamos a estar inmersos.