Alcaldes y concejales no cabían de gozo en sus chaquetas. Habían asistido todas las radios y televisiones locales para ver cómo inauguraban el primer “Call Center” sevillano, a la misma vera del río Guadalquivir. Los medios pregonaron que había traído la innovación y la modernidad. Pero la verdad era muy otra. Contrataron a doscientos sudamericanos en paro. Y a bajo coste, sus salarios ni siquiera llegaban a mileuristas.
El sosiego y la tranquilidad se ausentaron de los hogares trianeros. Desde la hora del desayuno a la cena; mientras se tomaba el aperitivo, se hacía el almuerzo, se dormía la siesta, se merendaba; se duchaba a los críos por la noche… sonaba el “molestófono”. Y una operadora que –no sé como-sabía tu nombre de pila y te llamaba de usted, te repetía constantemente la misma cantinela. “Tenemos una oferta única para usted de parte de la compañía telefónica Pesadilla…”. Si hubiera ocurrido en el siglo XXI, sería como una de las siete plagas de Egipto. José le habría dicho al faraón: “O nos dejas partir a la tierra prometida, o te pongo un call center en la misma orilla del río Nilo”.
© Carlos Parejo Delgado
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