lunes, 24 de septiembre de 2018

Historias de la calle Alfarería (43): Verano profundo (IV). La gota fría. (Carlos Parejo)


Las nubes se fueron poniendo de blancas a grises, y de grises a muy negras, y se juntaron a una y otra orilla del río Guadalquivir, y empezó a caer el aguacero en menos que canta un gallo. Acompañaba entonces a la parada del autobús al director de las agencias turísticas del Reino Unido, pues había visitado la media docena de pisos de alquiler y el hotel con encanto, que sus colegas habían inaugurado en la calle Alfarería.

Protestaba en voz alta para la habitual flema británica: ¡No lo puedo creer, mi poner este traje de chaqueta del más refrescante lino galés y estar hecho una birria¡ ¿Cuánto durar este tifón estilo Hong Kong? Le conteste: ¡Sólo un ratito, una o dos horitas, no más, luego escampará y volverá el día caluroso y soleado¡

Una joven salía del autobús con el teléfono móvil en una mano y la otra sujetando los auriculares encajados en sus orejas. Conectada a su placentero mundo virtual no tuvo reflejos ni en su cerebro ni en sus manos para agarrarse a las barandillas y, tras bajar los dos escalones, aterrizó , justo a nuestro lado, con un soberbio culazo en el resbaladizo suelo. Le seguían los jóvenes de su pandilla, con camisetas sin mangas y pantalones cortos, que tiritaban cariacontecidos, a medida que los goterones de agua les iban calando hasta los huesos. A nuestro lado pasó una madre y sus dos pequeñuelos de 4 y 5 años. Comentaban a grito pelado –como los sabiondos niños de las pelis americanas-:

¡Cómo hemos estrenado impermeables amarillos y unas botas de agua del mismo color, podemos ir chapoteando los charcos del suelo sin ningún peligro de resfriado, y mientras los mayores se mojan¡

Se diría que, en su ingenua y primitiva sabiduría todavía ajena a las modas actuales, esta gente diminuta eran los ciudadanos más alegres con la sacudida sorprendente de esta gota fría, transcurridos tres meses sin caer una gota de lluvia.

El empresario británico volvió a protestar: ¡Nadie es previsor aquí cuando venir una tormenta¡ Le respondí oportunamente: ¡ Si, por ejemplo, esa santa y madre iglesia de dónde duda -si salir o no- la procesión de la Divina Pastora de Triana, para la que han adornado las calles de su recorrido primorosamente con guirnaldas de papel. ¡No ve usted, milord, cómo han cubierto toda la imagen de la Pastora Divina con un plástico transparente¡. Y me respondió: ¡Mi no entender, sólo las imágenes de madera o barro se ponen impermeables en esta tierra¡. Y le expliqué: ¡En la pérfida Albión ya nadie cree en estas advocaciones a vírgenes protectoras del pueblo, a las que la gente de la calle aún quiere y mima en Andalucía como a las pupilas de sus ojos o los labios de sus bocas¡

(¢) Carlos Parejo Delgado

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