domingo, 9 de septiembre de 2018

¡No va más!


"Que les den por ahí

Cuando, de vez en cuando
-que tampoco es pa' tanto,
que hay 7600
millones de personas
habitando el planeta-,
cuentan en las noticias
que han destripado, "mi arma'
a bombazos los putos
sauditas a un puña'o
de niños yemeníes,
no lo puedo evitar,
pienso en las altas tasas
de paro que hay en 'Cai',
y se me ponen, 'pisha',
los huevos de corbeta."

Yosoi Delsù, currante de astilleros nacío en 'La Viña', pero de ascendencia sudanesa del sur y yemení.

Podemos esgrimir (utilizo este infinitivo a conciencia) cuantos argumentos y más nos vengan en gana como coartada. El derecho al trabajo; ese que, por estas esquilmadas tierras, miserable periferia de la UE abandonada a su mala suerte por las instituciones europeas, tanto escasea. El hambre y la miseria acechándonos y acechando a nuestros hijos a la vuelta de la esquina. Incluso podemos justificarnos con eso tan nauseabundo y grave de que si no somos nosotros, ya habrá otros que vengan a pertrechar con sumo gusto a los asesinos -no como nosotros, que lo hacemos a regañadientes- y que hay, por tanto, que andar listos y ser fuertes y dejar las sensiblerías a un lado, que estos no son buenos tiempos para la lírica, ¡leches! Porque, al fin y al cabo, quién hay que pueda presumir de no albergar alguna que otra contradicción tensando la fina cuerda que vincula nuestras ideas con nuestros actos. Aquel que pueda hacerlo, que tire la primera piedra. Argumentos, pues, no faltan. Así que sí, podemos. Pero tras haberlos expresado, y por más y más que lo hagamos, por más y más y más que nos vendemos los ojos y el corazón y nos tapemos la nariz para no olernos debajo de la ropa y de la imperturbable máscara, el meollo de la cuestión seguirá siendo el mismo. No hay argumento capaz de rebatir el hecho de que aquel que coloca el arma en la mano del asesino, por más y más y más y más que se lave las propias, es su cómplice y nunca jamás dejará de tenerlas manchadas de sangre. Que aquel que altera la escala de valores anteponiendo el derecho al propio trabajo al derecho a la vida de los otros, sólo puede ser calificado, eso sí, siendo muy generosos, de canalla desalmado. Y en eso estamos, yendo de nuestras contradicciónes sin corazon a nuestros asuntos; tratando de resolverlas tomando lóbregos atajos en lugar de hacerlo por el camino luminoso y recto; en lugar de comprometiéndonos de manera valiente y firme con la vida, apostándolo todo por la muerte. No va más; la banca gana.

1 comentario:

Carlos dijo...

Los concienciados obreros de los astilleros de Cádiz fabrican buques y armas para estados multinacionales como EEUU, que las venden a los dictadores del Tercer Mundo para que se maten entre ellos.
Su consigna es que su empleo y el pan de sus familias es lo primero y principal; que cambiar el resto del Mundo y que sus producciones tengan fines pacíficos parece que no incumbe sino a sus clientes...