Recién vomitados por el Metro, ocuparon su parcela de la Puerta Jerez. Era como un improvisado plató del Bronx neoyorquino. Quinceañeros vestidos a la moda hip hop más actual, casual e informal, aunque hubieran pasado el resto del día pensando en sus disfraces de sábado noche. Un aparato emitía la música y algunos bailaban para la galería. Los que más se intercambiaban mensajes por sus teléfonos inteligentes o se mostraban una seria incansable de fotografías y videos. Fátima, refugiada siria, contrastaba con su pandilla por seguir ataviada con su túnica larga y su pañuelo rojo. Como no tenía no móvil, ni internet, era ingoogeable y parecía no existir para nadie.
(¢) Carlos Parejo Delgado
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