miércoles, 26 de junio de 2013

Fiscales (Agustín Casado)

Juicios tengas y los ganes,
sentencia mordaz el dicho;
picapleitos y otros bichos
salen mucho en los refranes.
Exhiben los susodichos
ampulosos ademanes,
oficio de charlatanes,
picajosos y redichos
de la justicia guardianes.
De todos los antedichos
un trío son cual Los Chichos
los actores principales:
el defensor tan letrado,
el fiscal y el magistrado,
usea, su señoría.
Y como artista invitado
por especial cortesía
a cuenta de fiscalía
un sujeto acojonado
que por él declinaría
la invitación y se iría
con la música a otro lado.
Uno siempre había pensado
cómo en esta compañía
los papeles repartían
según nos había enseñado
la cinematografía.
Defendía al acusado
el defensor de su lado;
el fiscal siempre una arpía,
acusaba y malmetía,
y fallaba el juez togado.
En el cine -¡oh fantasía!-
esta escena transcurría
siempre de un modo calcado:
“Todos en pie. El Estado
contra…” (y aquí se decía
por un ujier engolado
el nombre del tío o tía
que allí estaba empapelado)
“Preside el muy honorable…”
(y nombraba al magistrado,
un negro de cara afable,
severo pero fiable,
con un pelucón tocado
cual si fueran carnavales).
Y empiezan los teatrales
parlamentos de juzgado.
“De la duda razonable
más allá, del acusado
habremos por fin probado
el crimen más reprobable,
que a Manolete ha matado.
Y hasta a Kennedy, es probable…”
Protesta jurando en bable
el defensor indignado,
“¡Protesto!”. “No es aceptable”,
deniega el empelucado.
Sigue el fiscal implacable
señalando al acusado
como quien esgrime un sable.
“Pero déjeme que hable…”
gime el reo allí esposado.
“¡Cuando le sea preguntado!”,
y sigue y sigue incansable
el fiscal dale que dale.
“¿No es más cierto, desdichado,
que usté vendería a su madre?”,
“¡Protesto por protestable!”,
protesta desde su estrado
el defensor cabreado
de que el fiscal así ladre
en la cara al acusado.
Y esta vez les echa un cable
piadoso el juez: “Aceptado.
No tendrá en cuenta el jurado
lo que ahora han escuchado
para decir si es culpable
o inocente el acusado”
“No hay más preguntas”. Y amable
le cede el turno al letrado.
“Su testigo”, dice afable
cuando pasa por su lado
el justiciero indomable
que en estado lamentable
deja un guiñapo acabado
y de defensa inviable.
Otra muesca pa’ su tablet.
“Se suspende la sesión”,
y el martillo del togado
suena como el aldabón
de las puertas de prisión
para ese desgraciado.
Pero todo esto es ficción,
el cine nos ha engañado,
que es el fiscal un señor
de lo más pluriempleado.
Es fiscal y es defensor
no se sabe si al dictado.
¿Cómo al Blesa así entrullado
dejar puede en la estacada?
Defensa a capa y espada.
O entrar al quite, arrojado,
si un ilustre diputado
(o una ilustra diputada)
a declarar es citado
(o a declarar es citada),
resultara empitonado
y evitarle la cornada.
Está dispuesto a un buen Rato
alargar él su jornada
porque no le pase nada
a quien servicio ha prestado
sentado en la azul bankiada.
Sin prisas pero con pausas
se instruyan según qué causas,
gürteliza con cuidado,
las barbas han remojado
Elpidio y Bermúdez dada
ya por sentada su rapa
viendo a Garzón afeitado.
¿Que la Infanta está imputada?
Hombre, mira qué putada;
desimputa y arreglado.


Texto e ilustración: Agustín Casado

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué películas esas de Holywood, hasta que Pacheco descubrió que la Justicia era un cachondeo...
A este paso va a que inventar ese lenguaje que propones: bankiada, gurtelizar,... Me gusta