jueves, 11 de noviembre de 2010

Conjuro


La sed muda y desnuda del que, exánime,
arrastra sus muñones sin aliento
sobre una hirsuta alfombra de cristales.
Los ojos del silencio sepultando
las sombras de sus huellas anodinas.
La sangre, el alarido,
vertiéndose, infiltrándose, perdiéndose en la arena.

2 comentarios:

Alma dijo...

Lo malo de clavarse los cristales es que cuando crees que los has sacado siempre te das cuenta que quedan más pedacitos rotos dentro...que siguen haciendo daño

MeRieM dijo...

Mientras quede una sola gota de sangre...
seguirás latiendo
y encendiendo almas con tu poesía.