Entre los años 1970-1985 las barriadas más humildes y pobretonas tenían muchos asalariados en la entonces gran industria sevillana, que se ha ido desmantelando drásticamente, y en la construcción, frenada desde 2005 por la crisis del ladrillo.
Buena parte de ellos estaban afiliados a los sindicatos y luchaban por la libertad, un sueldo digno y la igualdad de clases.
En sus correspondientes parroquias había curas obreros que les daban cobertura en encierros y huelgas de hambre o cuando, con motivo de una protesta o manifestación, acudían allí los grises, a caballo o en sus lecheras. Y es que Franco respetaba la inviolabilidad de los lugares sagrados por la policía.
Hoy día en estos barrios hay centros cívicos, calles y plazas que recuerdan a figuras legendarias de estas luchas de clases como los sindicalistas Balosa, Soto y Saborido, y tantos otros.
Los antaño universitarios concienciados apoyaban a los trabajadores en una alianza que hoy se ha perdido.
Y acudían idealistamente a estas sórdidas barriadas a gritar y montar barricadas. Y los había que eran cristianos de base, socialistas, comunistas, maoístas, troskistas y anarquistas. Todos aliados por la causa revolucionaria contra la Dictadura.
Hoy los universitarios prefieren embarcase en las cómodas y divertidas estancias extranjeras de los programas ERASMUS y en su dominio de las nuevas tecnologías.
La mayoría de los jóvenes universitarios no han visitado nunca estas barriadas de la Sevilla olvidada.
(¢) Carlos Parejo Delgado