En la ebriedad nocturna del silencio, con cien copas de olvido en mal estado, me suben a la boca los recuerdos. En cada arcada arrastran, nauseabunda, la hiel negra del alma. Sed de océanos: la arteria está dispuesta, pero el falso rumor del horizonte la detiene; tan sólo es la esperanza, atroz, la máscara, que oculta tras de sí la faz del miedo. No tratéis de entender, ni yo comprendo como la identidad me fue usurpada. Qué amargo es el licor que apaga el verbo, y enciende ese alarido que destila ceniza, polvo, vértigo, humo, nada.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
1 comentario:
No hay alcohol que embriague los recuerdos, por mucho que le pese al corazón.
Un beso Rafa :-)
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