En sueños le entregué mi corazón
a una Venus de cera y claros ojos;
juré rendirle eterna devoción
ante su altar postrándome de hinojos.
Mas luego, al alba, ¡qué desilusión!,
blindado vi el Olimpo de cerrojos,
mudando, a la intemperie, en cuajarón
mi ofrenda y sus arrítmicos despojos.
Insomne, desde entonces, con el hueco
doliéndome, aun vacío, en las entrañas,
deambulo entre las lóbregas marañas
nacidas de aquel pérfido embeleco,
sin fe, evangelio, ofrenda, ni deidad
do hallar, ya ciego diablo, otra verdad.
Ilustración: Venus del espejo, de Velázquez.
3 comentarios:
No es que el mundo esté repleto de verdad pero alguna queda.
Por favor, poeta, no jure usted devoción ni a los mismísimos dioses.
Un abrazo.
Corazón errante en busca de su hueco
¡qué imagen más desoladora y rotunda!
Abrazos
Pedazo de soneto!!, no hay nada más desolador que errar sin esperanza.
Besos.
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