sábado, 3 de marzo de 2018

Permafrost


Nunca ardieron, se fueron
consumiendo sin llama
en su ahogado periplo
telúrico, las alas.
Hasta el aire vacío
de cánticos y pájaros
no alcanzó aquel espectro,
quimérica Ave Fénix;
y su esqueleto hueco,
anegado del légamo
de la desesperanza,
se fue mudando a solas
en cenizas sin alma.
¿Qué proterva ordalía
preludió al veredicto
del que, inmisericorde,
derivó tal distancia?
Nunca hubo testimonios
que permitan saberlo.
Lo único que quedó
claro fue que sin fuego,
en su metamorfosis,
alentando las alas
doloridas del Fénix,
jamás de las cenizas
sumidas en la jaula
del inframundo, habría
de alzarse nuevamente
como Lázaro al viento
con su cántico en llamas.

1 comentario:

Carlos dijo...

A veces tu poesía es tan oscura e indescifrable para mi modesta sapiencia que el Polifemo de Góngora