Desde pequeñina, Natalia quiso ser la primera en cualquier competición, ya fuera un partido de fútbol, una demostración de skate o de salto creativo de obstáculos en la calle. Siempre rodeada de muchachos, disfrutaba golpeando sus mandíbulas con una sarta continua de insultos e impertinencias, como si fuera la boxeadora campeona de los pesos pesados de América. El único que se fajaba con ella sin inmutarse era Jonathan, el más fuerte y grandote de su clase. Quizás por ello, al cabo del tiempo, fue su marido. Natalia estudió Ciencias Económicas y se dedicó al mundo de los negocios. Jonathan, mientras tanto, cuidaba de la prole, limpiaba el hogar, cocinaba, atendía las obligatorias visitas familiares y, si le quedaba tiempo, se dedicaba al bricolaje, el arreglo de averías y deterioros domésticos y la decoración de las habitaciones. Natalia fue elegida Empresaria Gacela del año. Era la primera mujer que lo conseguía en su país. Se había llenado de dinero pero algo dentro de ella le decía que se había despojado de la riqueza espiritual de las féminas.
(¢) Carlos Parejo Delgado
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