Recuerdo el primer día
―ya al filo del ocaso―
como si fuese ayer
o el principio sin fin
de todo ―hoja de ruta
hacia un vergel fecundo
más allá de los límites
de todo lo sabido.
Recuerdo la esperanza,
los reflejos celestes
alumbrando el camino
por hacer, los trigales
en sazón a la espera
de una pronta cosecha,
y mis manos tendidas
implorando en secreto
la interrupción del curso
del viento y las mareas.
Después cayó la noche
y arreció la tormenta
arrancando de cuajo
todo ayer y mañana
―el tiempo se detuvo
para siempre. Recuerdo
el primer día ―el fin
sin principio de esta honda
pesadilla, este bucle
agotador e inútil―
como si fuese un híbrido
de Sísifo ―extenuado―
y del más memorioso
personaje de Borges.
La flor del tabaco
-
*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
1 comentario:
Comenzar es empezar a terminar. Ni te digo en estos asuntos.
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